Mi abuelita solía decir que todos sus hijos
eran como los dedos de la mano, cada uno de ellos era diferente y como tal,
debía ser tratado y educado. Esas eran
las palabras de una mujer sabia.
Escribí hace unos días acerca de la comunicación
entre personas diferentes, como los dedos de la mano de mi abuela y los de mis
garritas. Yo he examinado con atención
cada uno de los dedos que tengo, cómo es que salen las garras que parecen pequeñas
agujas y me sirven para defenderme de los enemigos…
Así, mis mamis nos cuidan, hablan, educan,
alimentan y enseñan cosas diferentes a Valentina y a mí; ambas somos sus hijas,
pero ninguna de las dos tenemos muchas cosas en común, por ejemplo, ella ladra
y yo, maúllo; ella corre y yo, corro y salto; ella puede acostarse sobre las piernas de mi mami y yo, en lo alto
de un closet o de un librero; ella es poco inteligente y yo, una sabia.
Sé que somos distintas, pero hay algo que
nos une y aún no logro determinar qué es.
Cuando veo a Valentina durmiendo, me inunda una ternura indescriptible y
no puedo más que acercarme y lavar su cara, su cabeza, su cuello.
Yo pensaba que así debía ser como actúa todo
el reino animal, pero ¡NO! ¡MIAUUU!
Mi mami, la cincuentona, no puede percibir
detalles, es corta de vista y requiere de apoyos mínimos porque, a pesar de su
bajísima percepción, es funcional.
Bueno, hoy la escuché contar algo terrible mientras yo deambulaba
esperando que la lluvia torrencial terminara.
Su directora le dio un papel para que ella pusiera algunos datos al
tiempo que le dijo “a ti te apoyaremos en el llenado”. Mi mami lo tomó y se dirigió a su compañera,
dice que le solicitó amablemente que le ayudase a encontrar un título, pero que
ésta le dijo: “dile a la secretaria”.
Yo que soy una minina consentida, que valoro
todo lo que me rodea, que busco ser más sabia y generosa, no puedo concebir ese
comportamiento. Sé bien que cada quien
tiene un rol, que la burocracia está fundamentada en la especialización y la
división del trabajo, que cada quien tiene dentro de un sistema una función
específica y que, tal vez, la secretaria es quien debería cumplir la función
del llenado del documento, pero me pregunto: ¿Acaso no es función de una
persona brindar el apoyo a otra? ¿Si
alguien se da cuenta que otra persona se está equivocando no debe corregir y
apoyar al otro para que sea mejor? ¿En qué demerita ejercer una actividad
momentánea aunque no corresponda a la jerarquía burocrática?
En fin, creo que en este mundo caótico, el
problema fundamental radica en que nadie quiere dar un plus, un extra a lo que
le corresponde.
Por eso y como yo no soy así, me propongo
bañar a Valentina completamente, no solamente su cabeza. ¡MIAU!
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