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miércoles, 22 de mayo de 2024

¡ADIVÍNA, ADIVINADOR!… ¡MIAU!


   Recuerdo que cuando mis sobrinos Santi y Dadá eran pequeñitos, mi gordis jugaba con ellos a “Listones” y al “Lobo” durante el día, y para terminarlo, en la noche, era otro tipo de juegos, de esos en los que hay que poner atención y hacer funcionar los cerebritos en desarrollo.  Los chistes, cuentos, representaciones y adivinanzas constituían el “broche de oro” que cerraba los días de convivencia en el antiguo palacio de Bosques.

   Por eso decidí que el título está contenido en la siguiente adivinanza: Son de diferente tamaño, pero no son cajas; se cepillan pero no se peinan, son fuertes y no levantan pesas; los puedes ver pero también pueden desaparecer; los hay naturales y hay algunos que los quitan y los ponen. ¿Qué son?

    Todos los animales tenemos una dentadura y la disposición de cada pieza tiene semejanza entre las diferentes especies, lo único que establece una diferencia es la denominación de los que, para los humanos, se llaman “caninos”, mientras que para nosotros se denominan “colmillos”. 

   Desde hace un par de días descubrí lo anterior.  He reflexionado mucho sobre la importancia de los dientes y es que no sólo nos sirven para masticar y convertir los alimentos en el bolo alimenticio; también son importantes para mostrar nuestra alegría y agrado, pues en la sonrisa casi siempre se muestra una dentadura. 

   A partir de esa idea, he practicado frente al espejo mi sonrisa más dulce y creo haberlo conseguido.  Abro mis ojos con una expresión tiernísima porque imagino que estoy con mis más grandes amores; intento un ronroneo suave y elevo mis labios al tiempo que extiendo su longitud, expulso el aire a través de mis hermosos, finos y elegantes dientecitos y, por último, dirijo mi mirada hacia el frente, o sea, a mí.  ¡Me veo precioso!  Quedé tan fascinado ante mi imagen que hasta me sentí artista y como tal, di unos pasitos de baile, canté unas canciones, repetí algunos diálogos de película y, por último, me coloqué una bata color verde estampada con puntitos blancos, morados y anaranjados para asumir el papel de escritor.

 

                                   “Mordida”

Por Tommy Parola

   El padre del pequeño Saúl es un héroe que regresa todas las noches y, al cambiar su uniforme por una pijama, relata a su esposa las acciones en las que ha beneficiado a mucha gente para resolver situaciones problemáticas a cambio de una mordida.

   Un buen día Saúl, que gusta de comer toda clase de alimentos y en especial, los caramelos y otros dulces, fue llevado al dentista.  Su mamá le dijo: “Hijo, vámonos con el doctor porque tienes una muela picada y si no te curan, tendrán que sacártela”.

   Saúl preguntó qué es un dentista y la mamá le aclaró que son “los doctores de los dientes”.

    Madre e hijo salieron de su domicilio, caminaron hasta llegar a un local en el que había un letrero que decía: “Cirujano dentista”.  Saúl se sentía atemorizado, desconocía lo que iba a suceder puesto que los doctores con los que había tenido contacto le habían auscultado con cuidado el vientre, con un frío estetoscopio habían escuchado los latidos de su corazón y el funcionamiento de sus pulmones y habían lastimado su piel al vacunarlo con la aguja de las jeringas.

   “Buenas tardes, doctor.  Quiero que revise a mi hijo porque tiene una muela picada”, dijo la mujer mientras conducía al niño al interior.  El doctor asintió y llevó al asustado niño al sillón de curaciones. 

   “En efecto, señora.  Sólo es un molar que tiene caries”, dijo el doctor al tiempo que ponía en acción el pequeño taladro.

   Saúl, con la boca abierta, percibió el movimiento de la fresa, el chorro de agua que expulsa el aparato inundó su boca y, cuando el pánico y el dolor fueron terribles, recordó a su papá.  Cerró la boca con todas sus fuerzas y el doctor lanzó un grito de dolor.

    Enfadado, el dentista dijo al niñoque enjuagase su boca, que habían terminado y luego volteó hacia el asiento que ocupaba la dulce pero alarmada mujer.  “Señora, su hijo me mordió.  Ya no lo atenderé”.

   De regreso en su casa, la señora llamó la atención a Saúl y por la noche, cuando llegó el papá, relató lo ocurrido. 

   Saúl, con cinco años de existencia y gran inocencia, argumentó lo siguiente para explicar su acción vespertina: “Papi, a ti te dan mordidas y ayudas a la gente.  Yo mordí al dentista porque quería que me ayudara a no sentir dolor”.

Nota.  La respuesta de la adivinanza es DIENTES… ¡MIAU!

                                        

Mis agradecimientos estóicos.

Agradezco a mis seres queridos, los que están y los queya trascendieron, por el acompañamiento amoroso que me brindan; agradezco a mis mascotas por su dulzura cotidiana; agradezco a la vida por permitirme continuar aquí y agradezco por este día.


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