Ayer por la noche fui a dar un paseo, quería recorrer las calles y la vida nocturna. Es la segunda vez que me aventuro en un viaje similar, la diferencia es que no tardé tanto en regresar.
Cuando llegué a la casa me sentía exhausta, había caminado muchas horas y tenía una sed tremenda, sobre todo de cariño. Lo que ví fue traumático para mí y ahora mismo lo reporto para hacer una catarsis.
Como lo he comentado muchas veces, soy la reina de la casa, todos están a mi disposición y cuando se me antoja, puedo hacer lo que me plazca. Yo pensaba que así era el mucho de los animales y de los niños,.. ¡Qué equivocada estaba!
Caminaba yo por encima de las azoteas, iba parando mis orejas, dilatando bien mis pupilas y aguzando mi olfato. Pues al pasar por encima de una cocina que despedía un olor a café y tortillas calentadas en el comal, escuché unos gritos, eran los de unos muchachos que decían cosas horribles. Me asusté, pues nunca había escuchado tales sonidos, pero me detuve para saber qué ocurría ya que, por naturaleza, soy curiosa.
En efecto, eran tres jóvenes, de alrededor de 20 años, que molestaban a un niñito de 6 añitos, aproximadamente. El pequeño lloraba, pedía perdón desde un rincón y parecía que quería desaparecer de la presencia de los jóvenes. De repente, entró un hombre, como de 40 años, que dijo a los muchachos que dejaran de increpar al niño y, cuando los tres verdugos se fueron, el hombre se retiró sin decir palabra alguna al niño, que permaneció en la esquina de la habitación llorando.
Lo visto me entristeció mucho, sentí deseos de llorar también, entonces empecé a extrañar mi casa, mi familia y mi camita. Pensé que la vida que llevo es grandiosa, que tengo cariño, cuidados, apapachos, libertad aunque sea solamente dentro de la casa y entonces… regresé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario