Desde hace algunos días la he
visto despeinada, con los ojos
desorbitados y la mirada perdida, incluso pensé que se había intoxicado
y le invité un poco de mi leche, esa que bebo todas las noches, pero no
quiso. En fin, creo que esta abrumada
por el trabajo administrativo disfrazado de técnico, que debe entregar.
Ayer, cuando estábamos
descansando las dos, recostadas en el mullidito sillón de la sala, recibió una
llamada telefónica, era su amiga y la escuché comentar acerca de un trabajo
adicional que les habían encargado y también la oí decir que su fin de semana
era para la familia. Debo confesar que
esa afirmación me encantó, pues yo, como hija predilecta, me siento fascinada
cada fin de semana porque mi mamá, además de esa función, cumple con la de
sillón, cama, mesa, manita rascadora, y
bar-girl, pues me abre la llave del agua cada vez que yo se lo pido…
Colgó el teléfono y me comentó
acerca de un extenso trabajo que debe redactar, que le mandaron el formato y
que lo tiene que entregar en unos días, se recostó de nuevo y me dijo:
--Ágata, vamos a dormir un ratito.
Me abrazó y ambas cerramos los
ojos. Yo tuve un sueño muy lindo, soñé
que estaba corriendo entre las nubes; yo creo que soñé eso porque mi mami está
muy pachoncita.
Una hora después, despertó y
me dijo:
--Voy a revisar lo que llevo hasta ahora. Espero que no me falte mucho.
Semidormida y con los ojos a medio abrir, la miré marcharse: “Va a usar
mi compu”, pensé, pero me volví a acomodar y me sumí en un sueño profundo y
restablecedor. Cuando desperté, pedí mi comida y ella se separó del teclado.
“Por fin”, pensé. Me sirvió mi
comidita, me vio mientras yo me deleitaba y después, de regreso a la compu. Llegó la hora de dormir y ella, ahí, parecía
que le habían puesto pegamento porque no se despegaba de la silla y del
teclado…
Cuando por fin fue a la cama,
yo me sentí feliz, podría dormir sobre mi colchón. ¡MIAU!
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