Hoy vino mi papi y
me dejó, como siempre, arrobada por su sapiencia. Entró en mi pequeño y siempre revuelto estudio, vio mi nuevo
aparato y me dijo:
--¡Qué bárbara, Ágata!
Con esta máquina podrás ser una escritora consumada; no me vayas a desconocer
cuando seas famosa—me dijo con entusiasmo.
Después agregó—Ahora, vamos a arreglarla para tu mamá, que requiere
apoyos.
Yo me sentí muy
satisfecha, estoy orgullosa de mi maxi-monitor.
Estuve muy cerca de él, observé lo que hacían sus hábiles manos con el
teclado mientras reflexionaba acerca de la suerte que tengo de pertenecer a
esta familia.
Después de un
ratito, volteó hacia mí y me dijo:
--Ya está, querida y sabia Ágata. Ya puedes manejarla a tu antojo, también
podrás escuchar lo que escribas, porque bien sé que te encanta tu voz. Te puedes grabar y con la melodía que sale de
tu boquita, podrás instruir a la máquina para que busque lo que necesites, se
trata de proteger tus garritas.
Yo asentí y
ronroneé. Bueno, aún no se me ocurre
acerca de qué escribir, pero sí sé que ahora puedo instruir a la máquina acerca
de lo que desee investigar ¡MIAAAUU!
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