Desde hace algún
tiempo no he escrito aquí, es que me la he pasado exigiéndole a mi mami toda
clase de caprichos… Con el inicio del
año, ella está conmigo todas las tardes, así que puedo darme mis gustos, por
ejemplo, ella es mi colchón casi toda la tarde, le pido que me de agua y ella
va tras de mí para servirme; maúllo para todo, cuando quiero dormir, jugar, que
me persiga, para que me ayude a trepar –porque aunque aún puedo hacerlo por mí
misma, me encanta tenerla a mi disposición--.
Hoy llegó a
mediodía, como lo hace siempre que va al trabajo. Estuvimos un rato platicando y cuando quiso
imprimir una hoja que había escrito durante su jornada laboral y que debe
presentar mañana como resumen de su trabajo, la ví ir de un lugar a otro,
vaciar su bolsa, escudriñar en los rincones y también, que su color cambiaba,
se iba tornando verdoso, así como mis ojos.
Con cuidado y en silencio, me acerqué a ella, la miré de reojo porque
temí que me fuese a hechizar.
Después de un rato,
ya vuelta a la normalidad, así regordeta y con la piel de su color habitual,
pregunté: “Pasó algo?”. Ella me miró con una mezcla de preocupación,
angustia,vergüenza y con una voz casi imperceptible me djjo: “Olvidé mi memoria
en el trabajo”.
Yo me alarmé
demasiado, ¡cómo es posible que alguien pierda su memoria? Acaso mi cincuentona mamá enfermó, me podrá
recordar dentro de unos días, podrá reconocer la casa? Ella notó mi preocupación y entonces me dijo
con voz tranquilizadora: “No te
preocupes, querida Ágata, es solamente un documento que tenía en mi USB. Ya veré mañana qué cara pongo, seguramente la
de una persona descuidada y distraída.
UFFF! ¡Qué alivio! Sin embargo, estaré al pendiente de ella, no
vaya a pasar que la próxima vez olvide no la memoria, sino la razón.
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