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sábado, 16 de abril de 2016

UN NUEVO INTEGRANTE DE LA FAMILIA… ¡QUÉ FASTIDIO!... ¡MIAUU!

   Es menor que yo, en edad y de tamaño, es pequeño pero no me cae bien.  Llegó e irrumpió en mi espacio, el que yo he dominado desde hace casi diez años, el mismo espacio en el que he vivido grandes aventuras y, además, en el espacio afectivo, de atención y cariños que de por sí, he tenido que otorgar un poco a Valentina.

    Llegó con las vacaciones, esas de Semana Santa, las que yo había pensado que serían solamente para mí.  Verán, yo tenía todo planeado con anticipación, ya me había programado para ronronear, maullar, sentarme en las mullidas piernas de mi mami, ordenar que me sirvieran mis latitas, comer en mi mesa, dormir sobre la cama, sobre el sillón o en los cojines.  Había proyectado salir al patio, refrescarme con el airecito suave, oler las flores, comer algunas hierbas de esas que crecen en mi jardín, PERO NO! IGRR! ¡MIAAUUU!
   Llegó mi hermano con una mochila que se parece a mi bolsa, con una malla y a través de ella, observé una figura semejante a la mía, pero de otra cabellera, con los ojos verdes como los míos pero más pequeños.  “Mmhh!”, pensé con curiosidad, “Será algún admirador que vino a conocerme?  Seguro que sí, lo despacho pronto y se irá”, concluí con firmeza.  Vi las manos de mi hermano que deslizaron el cierre de la mochila y saltó un gato gris. 
   Mi desilusión fue grande cuando escuché que se quedaría durante las vacaciones.  “¡Qué molestia!”, pensé y de inmediato recapacité “Si es una visita, debo ser amable, cordial, sencilla y generosa, como lo son las buenas anfitrionas.  ¡Ni modo!”.
   Trotski, que así se llama el gato, se me acercó pero yo no pude contenerme y lancé un sonido que jamás había emitido, una voz profunda y hueca, como la de un animal salvaje.  No sé qué me ocurrió.  El intruso recorrió la sala, la cocina, el patio, subió a mi sillón frente a mis ojos.  Yo respiré profundamente, conté hasta 100, porque la décima parte no me fue suficiente e intenté dormir.  Malo, así pasaron mis vacaciones, las que había esperado con ansia loca.
   Al finalizar el periodo de descanso, me sentí aliviada, Trotski se iría y yo regresaría a la normalidad de mi vida.  ¡INGENUA!  Trotski se quedó en la casa y yo, estoy que no me hallo en mi propio espacio.  Mi mami me dice que no me enoje, que debo aprender a compartir, que sigo siendo su  consentida, que soy su reina y que siempre me tendrá a mí en primer lugar, además  que ahora Trotski es el hombre de la casa.  Y yo me pregunto Qué no es este un matriarcado?  MIAUUU,


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