Es menor que yo, en
edad y de tamaño, es pequeño pero no me cae bien. Llegó e irrumpió en mi espacio, el que yo he
dominado desde hace casi diez años, el mismo espacio en el que he vivido
grandes aventuras y, además, en el espacio afectivo, de atención y cariños que
de por sí, he tenido que otorgar un poco a Valentina.
Llegó con las
vacaciones, esas de Semana Santa, las que yo había pensado que serían solamente
para mí. Verán, yo tenía todo planeado
con anticipación, ya me había programado para ronronear, maullar, sentarme en
las mullidas piernas de mi mami, ordenar que me sirvieran mis latitas, comer en
mi mesa, dormir sobre la cama, sobre el sillón o en los cojines. Había proyectado salir al patio, refrescarme
con el airecito suave, oler las flores, comer algunas hierbas de esas que
crecen en mi jardín, PERO NO! IGRR! ¡MIAAUUU!
Llegó mi hermano
con una mochila que se parece a mi bolsa, con una malla y a través de ella,
observé una figura semejante a la mía, pero de otra cabellera, con los ojos
verdes como los míos pero más pequeños. “Mmhh!”,
pensé con curiosidad, “Será algún admirador que vino a conocerme? Seguro que sí, lo despacho pronto y se irá”,
concluí con firmeza. Vi las manos de mi
hermano que deslizaron el cierre de la mochila y saltó un gato gris.
Mi desilusión fue
grande cuando escuché que se quedaría durante las vacaciones. “¡Qué molestia!”, pensé y de inmediato
recapacité “Si es una visita, debo ser amable, cordial, sencilla y generosa,
como lo son las buenas anfitrionas. ¡Ni
modo!”.
Trotski, que así se
llama el gato, se me acercó pero yo no pude contenerme y lancé un sonido que
jamás había emitido, una voz profunda y hueca, como la de un animal
salvaje. No sé qué me ocurrió. El intruso recorrió la sala, la cocina, el
patio, subió a mi sillón frente a mis ojos.
Yo respiré profundamente, conté hasta 100, porque la décima parte no me
fue suficiente e intenté dormir. Malo,
así pasaron mis vacaciones, las que había esperado con ansia loca.
Al finalizar el
periodo de descanso, me sentí aliviada, Trotski se iría y yo regresaría a la normalidad
de mi vida. ¡INGENUA! Trotski se quedó en la casa y yo, estoy que
no me hallo en mi propio espacio. Mi
mami me dice que no me enoje, que debo aprender a compartir, que sigo siendo
su consentida, que soy su reina y que
siempre me tendrá a mí en primer lugar, además que ahora Trotski es el hombre de la
casa. Y yo me pregunto Qué no es este un
matriarcado? MIAUUU,
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