Desde la visita de mi tío, el texano, mi gordis quedó preocupada por el comentario que hicieron los reyes de El Paso.
Tere sabía que mi mami Ariel sonreía de lado, según lo expresado por la princesa Mary.
Ayer tenía la cita y mi mami se asustó y, cual Chen Kai, Beto el boticario o David Copperfield, se esfumó.
Hoy mi gordis, al dirigirse al sillón, localizó a mi mamá y la tomó entre sus brazos, la introdujo a la transportadora que era sostenida por el marqués Marlon y ambos se dirigieron al consultorio.
La consulta fue rapidísima, unos diez o quince minutos a lo más. Durante esos minutos, la doctora extrajo la pieza dental de mi mami, inyectó el antibiótico y un analgésico.
La doctora, amable, finita y delicada, posee una habilidad asombrosa, consigue que los pacientes más iracundos y nerviosos se muestren obedientes y dóciles.
Por esa razón, quiero enviar una felicitación tan grande como el número de pelos de todos los que habitamos en esta mansión, como los kilos de mi secre o como los años de mi Tere… ¡MIAUUU!
Mis agradecimientos estóicos.
Agradezco a mis seres queridos, los que están aquí y los que gozan de la vida eterna por su constante presencia en mi vida a través de los recuerdos y del contacto que mantenemos; agradezco a los lectores de YouTube, Alondra y José Francisco, por el espacio para compartir lo escrito por mi hijo; agradezco a Marlon por su paciente compañía; agradezco a mis mascotas por su presencia amorosa; agradezco por continuar aquí y agradezco por este día.
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