Llegué anoche, es que me salí a correr mundo y mi
mamá me dijo que eso no lo debo hacer, que hay muchos peligros en la calle y
que, además, debo ser una gatita buena y
hogareña. Yo prometí que lo
intentaría, me refiero a no salir a la
calle, porque es un hecho que soy buena.
Después del sermón
materno, subí a la recámara para ver un poco de televisión, que es una de mis
distracciones favoritas. Estaba un
programa titulado “Tabú”, me pregunté qué significaría tal palabra, porque en
casa no se ha dicho jamás., pero decidí esperar a que terminara para bajar a
investigar.
Se trató de la
comida de algunos lugares, comida exótica, que está matizada por creencias de
las personas, quienes le atribuyen propiedades “mágicas” a ciertos alimentos que,
a mi parecer, son asquerosos y un verdadero atentado a mi felinidad, pues en un
lugar de Perú ¡COMEN GATOS!
Al ver eso, corrí a
esconderme, tenía mucho miedo y me sentí afortunada de estar en México. “Aquí
comen ratas de campo, según vi, pero nunca jamás en la vida ingieren
gatitos, mininos ronroneadores y cariñosos!
Estaba muy
asustada, pero no dejé de escuchar el programa.
Ahí escondida, paré bien mis orejas para ver si esa costumbre no se
vendría a mi país. Terminó, estaba yo
temblando y mis ojos estaban cerrados, no quería ver. Escuché que esa costumbre peruana es para
festejar a una mujer africana que llegó al Perú y se convirtió al cristianismo,
por lo que se le considera una santa y es la única virgen negra de ese
lugar. “Qué mal que para celebrar y
recordar a una mujer, los individuos se coman a mis congéneres”,
reflexioné.
Bajé las escaleras,
trepé a la silla y encendí mi computadora.
Busqué en Wikipedia el significado de la palabra tabú se refiera a una conducta, práctica o actividad
que es prohibida.
Yo quedé aún más
pensativa, porque sé que lo de salir a la calle sin permiso es indebido, por
eso el regaño de mi mamá. ¿Acaso lo que
hago es tabú? ¡MIAAUU! ¡Qué confusión! ¡Al menos no pienso en comer papel, madera, lodo, ni arañas! ¡MIAUU!
Bueno, me dieron las
3:00a.m., no podía conciliar el sueño, daba vueltas en la cama, me acosté sobre
la almohada, pedía a mi mami que me abrazara para sentirme protegida, pero
nada. A eso de las 4:30 quedé dormida, de inmediato, mi cerebro me
trasladó hacia ese lugar sudamericano y soñé que me tenían en engorda: me
inyectaban la comida con una jeringa enorme que metían en mi boca, yo me
resistía y entonces, un hombre me sujetaba por el pellejito de mi lomo y detenía
mi cabeza, me decía con voz imperante:
--¡COME!
Yo sufría mucho,
me sentía enorme, gorda, torpe y escuchaba que otro decía:
--Ya casi es el tiempo, Ágata está lista, será un platillo
delicioso.
Y yo lloraba, lloré
tanto que en un alarido desperté… ¡UFF! ¡Qué suerte tengo de vivir aquí y de
ser la consentida de mi casa!
AUDIO
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