Los dos son
pequeños, aunque en tamaño son mucho más grandes que yo. Seguramente ellos deben ser parientes cercanos,
pues el más joven tiene los ojos verdes,
casi tan verdes como los míos. Me
pregunto si serán hijos de algún hermano
o hermana. Pues bien, siempre que llegan, mis mamis se
alborotan, eso me hace sentir un poco de
celos, pues estoy acostumbrada a que la adoración sea solamente para mí y un
poquitito para Valentina.
Además de ese
sentimiento de abandono, desapego, soledad y temor a la pérdida que me
provocan, me invade una sensación extraña porque mis mamis se transforman a tal
grado que hasta cambian de nombre, en esos días se convierten en Bis y
Abue. Yo me escondo en lo más alto de mi
closet, donde no puedan verme y, aunque me busquen, no me encuentren. Solamente aparezco de vez en cuando, para
beber agua o comer.
Ayer por la
mañana decidí que estoy en mi casa y que, como buena anfitriona que soy, debía
salir y atender a los visitantes. Bajé
con cuidado y di un salto a la mesa, los dos niños dijeron mi nombre:
--Ágata, ¡qué
bonita!
Eso me hizo
sentir bien, al fin había alguien que en estas últimas 48 horas decía algo
atinado. No cabe duda que son unos pequeñines inteligentes, deben ser algo mío,
porque de otra manera no podría ser.
Además, me dieron mis botanitas, me atendieron como una reina. Eso me complace, así que permanecí en la sala
con ellos hasta que sus papás llegaron y se fueron todos. Una vez solas, mis mamis quedaron exhaustas,
una hasta se durmió en la tarde. Ambas
platicaron acerca de ellos y yo las escuché con atención, pues esperaba que
dijeran algo lindo de mí y así fue. Las
dos comentaron acerca de la negrura de mi pelo, de lo verde de mis ojos, de mi
porte elegante, de las posturas señoriales que adopto cuando descanso…
RRRRonroneé con
alegría. ¡No perdí el cariño de mis
mamis!
AUDIO
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