Este fin de semana mi mami enfermó y no me extraña, está
medio loquita. Si todos los demás están tapados, ella siente
calor y se quita el suéter o la chamarra para, después de unos minutos, volver
a abrigarse. Yo la observo con
curiosidad, pues me hace gracia el espectáculo que brinda gratuitamente a los
que estamos con ella: parece un tamalito
al que se le quita la hoja y después se envuelve nuevamente.
El viernes por la
mañana me dijo que se sentía adolorida de la garganta, se despidió y fue al
trabajo. Regresó gritando que hacía
mucho calor, “Qué extraño”, pensé, “si
viene de la calle, claro que siente calor”.
Bueno, el día de hoy ha sido tortuoso para mí, que tengo que soportar
sus estornudos, sus lagrimeos, sus quejidos y, debido a eso, que la atención
que me debe sea más lenta.
Lo verdaderamente
alarmante es que ella trabaja con niños, que tanto estornudo puede ser de
riesgo. Creo que lo mejor es la decisión
que tomó, no irá a trabajar para aliviar
su enfermedad y a ver si así se muestra más diligente hacia mis necesidades. ¡MIAU!
No hay comentarios:
Publicar un comentario