¡.. ¡¡MIAAAUUU!!
Lo que va del año,
es decir, 18 días, llevo sin comer.
Estoy en huelga de hambre y si ella entra en la cocina, graciosa como
soy, doy un salto a la mesa, ronroneo o maúllo lastimeramente, con la finalidad
de que me vea, ella voltea y la miro con mis enormes, expresivos y bellos ojos
verdes… y ¡NADA! Ella no se da por
aludida, se hace, como dice la sabiduría popular, “como el tío Lolo”. Extiende la mano y la desliza por mi cabeza,
me hace cosquillitas en la oreja y ¿alivia mi apetito? ¡NOOOOO!
Ayer en la noche, cuando me conformaría con
una de esas golosinas parecidas a pececitos, encontró tres sobres de
alimento…”¡Bravo!”, pensé con emoción indescriptible, “tengo comida que, aunque
no ten deliciosa, es decente”. Mi mami
me mostró los sobres, también llamó al resto de los gatitos y la repartió entre
todos: media bolsita para cada uno. La
devoré con rapidez, ni siquiera olí el alimento, no lo degusté ni entrecerré
mis ojos, solamente comí. A mi lado, los
despreciables cachorros y Ariel hacían lo mismo, pero ellos comían aún con más
ansiedad, es que ellos no han aprendido los buenos modales de los gatos de
alcurnia.
Bueno, digo que mi
mami parece política porque nos da limosnas, no hace cambios reales. Así como en México se firmó un acuerdo para
apoyar a las familias, no se hizo un compromiso y tampoco hubo marcha atrás
para la elevación de precios, así como mi mamá solamente nos dio lo que
encontró. Tampoco habló de comprar más
latitas ni sobres, lo mismo que el presidente que dice estar preocupado por el
pueblo mexicano mientras que su familia se da la gran vida y viaja por el mundo
gastando millones… ¿Y la población? ¿Y
yo? ¡Que aguantemos!
Por eso, cambiaré
el nombre a mi mami y a partir de hoy se llamará Enriqueta, la insensible… ¡GRRRR!
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