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sábado, 4 de febrero de 2017

EL VIERNES 3 DE FEBRERO, DÍA MEMORABLE POR DOS CAUSAS; ¡¡¡ADORO A MI HERMANO Y ODIO A BENITO NACIF!!!! ¡MIAAAUUU!



   El día viernes 3 de febrero es memorable para mí.  Inició como un día cualquiera, como lo han sido desde que comenzó el año y se vino el gasolinazo, el alza de precios, los “sacrificios” de los altos funcionarios y políticos mexicanos, del acuerdo de protección a las familias y la toma de funciones del presidente Trump, a quien le fascina pelearse con medio mundo.  Bueno, pues estaba yo en la secuencia matinal, esa que consiste en obligar a mi gordita mami a abrir la llave de agua, darme mis botanitas que, por cierto, no había y entonces, el berrinche acostumbrado; me yergo, entrecierro mis verdes y hermosos ojos, miro con desdén, me levanto, me encorvo, doy la vuelta y salto para bajar de la mesa.  Cuando hube terminado todo lo anterior, volví a subir con mi mamá a la recámara, ahí estaba el noticiero de Javier Solórzano, quien comentó que Benito Nacif se rehusaba a dar el 10% de su salario mensual que asciende a $177,000.00  No sé qué me pasó, quedé como una estatua, inmóvil, incrédula, asqueada, horrorizada, pensé que ese tipo es un sujeto tan repugnante como nuestro vecino del norte o como el mismo demonio que tomó el cuerpo de Linda Blair en la película El exorcista. 
   “Y quién es ése?”, pregunté a mi mami con indignación combinada con mi natural curiosidad y ella me contestó con una palabra que no puedo, por respeto a los lectores, repetir.  Como su respuesta no me aclaró mis dudas, esperé a que ella fuese a trabajar para tener el tiempo de investigar.  Bueno, resulta que es un politólogo egresado del Colegio de México y de una universidad extranjera, que es miembro del SIN (Sistema Nacional de Investigadores), que ha vivido del sistema gubernamental desde la década de los ochenta en el sexenio de Salinas de Gortari y en la actualidad, es consejero del Instituto Nacional Electoral (INE).  Me pregunto; Cuánto ha mamado?  Perdón, esto se oye muy feo, así que reformulo mi cuestionamiento:  Cuánto ha extraído del presupuesto nacional durante tanto tiempo sin hacer aportaciones relevantes para la sociedad mexicana?  Esto lo afirmo porque su nombre es totalmente desconocido para mí, que soy una erudita y también una estudiosa de la política nacional.
   Como soy tan sabia, con un cálculo mental rápido, obtuve que al “pobrecito” Benote Nacif le fueran a descontar $17,000.00 al mes y se quedaría con la ínfima cantidad de $160,000.00 para que pueda sobrevivir.  ¡¡¡Es un insulto total a la sociedad mexicana de clase baja, porque la clase media ya no existe!!! 
   Mientras reflexionaba acerca de estos entes políticos, de estas personas deleznables, que no son sino producto de la digestión de un ser vivo, pensé en la realidad circundante, en la que se vive día a día en las calles, en las escuelas, en las tiendas, en los mercados.  Las carencias económicas, culturales y sociales que caracterizan a la población en general.  Somos varios, muchos, millones, los que queremos que desaparezcan estos sujetos.  Como soy escéptica, no puedo pedir que les vaya mal, pero sí lo deseo con todo mi elegante y divino ser.  
   Después del trago amargo por la falta de solidaridad, empatía, don de gente, de ese fulano, me refiero al tal Nacif, quedé dormida.  Desperté cuando llegó mi hermano y luego, mi mamá.  Ella pidió a mi hermano que fuese por algunos productos que hacían falta en casa y dijo: “Trae el alimento para los gatos.  Y para la pobrecita Ágata, unas latitas.  Sigue en huelga, yo creo que no le gusta la comida en absoluto”.  Yo quedé expectante, esperaba con ansia a que llegara mi carnal, para ver qué clase de porquerías me darían ahora y ya estaba ensayando la mirada que dirigiría a mi mamá. 
    Pasaron los minutos, ya estaba harta de esperar y había regresado mi necesidad de soñar cuando se abrió la puerta.  Era él, tenía una bolsa grande de arena, “es para mis popós”, pensé con orgullo, porque son perfectas como yo.  Luego, abrió otra bolsa que contenía sobrecitos y mi ánimo se desvaneció.  Por último, sacó las latitas pequeñas.  Lo miré con incredulidad, asombro, agradecimiento, cariño, sorpresa y me avalancé sobre las latas, las acaricié con mis mejillas, suspiré de gusto y ronroneé tanto, que quedé sin aliento.
   Por la noche, mi mami me llamó, estábamos solas en la cocina.  A puerta cerrada para evitar que lleguen los molestos y latosos cachorros, comí el contenido de una de esas delicias.  Por eso, también fue un día memorable, porque mi hermanote me demostró cuánto me quiere y yo le digo que es correspondido. 
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