No lo he asimilado
aún, ha de ser como esos arroces chinos de los que escuché que se venden a granel
en México. Dicen que son de plástico y
no comprendo cómo es que se los pueden comer.
Con esos arroces comparo los dichos del “ilustre” intelectual de
pacotilla Luis Pazos.
Hoy hace una
semana, 6 de mayo, dando paso a la
adicción de mi mami elegante: las noticias, vimos el noticiero del canal 40, el
titulado ES NOTICIA; bueno, como siempre hay lo mismo de malo, he de
confesarles que las noticias y sucesos negativos ya no me aterran, sino me
adormecen y así estaba yo, somnolienta, entrecerrando mis verdes y enormes
ojos, bostezaba de cuando en cuando para acompañar mi respiración cada vez más
pausada, cuando de repente escuché que el conductor del noticiero anunciaba a
Luis Pazos y en un estado de duermevela, oí algo que me despertó abruptamente:
los mexicanos debemos pensar en la situación de los compatriotas venezolanos y
por esa razón, valorar positivamente el sistema político que tenemos.
Abrí mucho mis
ojos, ¡¡¡sentí que iban a salirse de mi peluda y negra cabecita!!! “Quién dice
semejantes tonterías?”, me pregunté con un asombro gigantesco. Me incorporé, miré hacia el televisor,
observé a un individuo que hablaba como si fuese un “sábelo-todo”; a cada
palabra, sentía cómo se erizaba mi hermosa, negra y brillante cabellera hasta
quedar totalmente parada, estoy segura que parecía un plumero.
No se trata de
hacer comparaciones ni de quedarse conformes, se debe buscar un cambio que
beneficie a todos, a los que carecen de lo indispensable, que no solamente
están en Venezuela, sino en todas partes.
Se trata de hacer conciencia histórica y conciencia social, de lograr la
empatía y la solidaridad sobre todo en las clases políticas y en las del poder
económico, que por supuesto, son los políticos.
Yo, desde mis
alturas de sabiduría, belleza, elegancia, genialidad y, sobre todo, de
sensibilidad, conminaría a los “intelectuales”, a los políticos y a los
empresarios a que intentasen vivir con un salario mínimo durante unos
meses. Así conocerían las carencias, los
infortunios y las necesidades de las clases desprotegidas de este sistema al
que defienden tanto. He dicho, ¡MIAU!
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