ÉL es un señor que se parece a mí, porque se entrega con cada caso que se le
presenta y que es difícil de solucionar.
Yo soy así, me pongo retos y trato de cumplirlos de forma eficaz, eficiente,
comprometida y utilizo para ello mis conocimientos, mi sabiduría, mi genialidad
y mi corazón. Creo que se lo aprendí,
porque llevo ya de conocerlo varios años, casi toda mi vida.
Bueno, él es mi
guía, aunque también pienso que en algunos aspectos él trata de imitarme
porque, aunque lo niegue, involucra sentimientos hacia los demás. El compromiso no incluye solamente la
responsabilidad y el amor propio, la conciencia de conocer cuál es la misión
que se debe cumplir cuando se toma un acuerdo con alguien, se hace una especie
de contrato. En un contrato hay dos
partes, la del que debe hacer el trabajo de reparación o educación de un sujeto
y la del contratante, que es quien debe ser el más interesado porque el
producto o resultado de la intervención sea favorable. ¿Qué hacer cuando el contratante no está
comprometido o la
“preocupación” por la reparación o intención sean eficaces? Por desgracia, no se puede hacer gran cosa.
Hoy lo vi,
imponente y fuerte, como siempre. Yo
estoy muy orgullosa de todo lo que hace desde su función porque considero que
el bien que ha hecho para muchas personas carece de precio, su valor es
infinito y solamente quienes han tenido la fortuna de encontrarlo en su camino
lo pueden confirmar; ha dado tranquilidad y felicidad a muchas, cientos o tal vez,
miles de familias…
Yo, desde mi
vanidosa y genial humildad, lo admiro y reconozco grandemente su labor. Ahora está triste, frustrado, pero no es su
culpa, él no se equivocó, quienes arruinan muchas veces la labor de quienes
trabajan con muchachos con deficiencias son los padres que no pueden comprender
o no quieren ejecutar las instrucciones para educar a sus hijos.
Con el trato y el esfuerzo que se pone en la
capacitación de un gatito, yo me he visto involucrada emocionalmente y muchas
ocasiones me recomendó; “no involucres sentimientos, eso resta eficacia en las
acciones que emprendas”, pero cómo no hacerlo si hay el trato diario, la comida
diaria, los modales que debemos enseñar a los gatos para que se den a entender
con los demás, para que no se muestren agresivos ni voraces y luego, llega la
dueña y no sigue la sindicaciones de control.
Yo he sentido el
vacío profundo cuando pienso que lo que he hecho durante mi vida ha sido un “arar
en el desierto”, pero luego pienso que cuando están conmigo o estuvieron bajo
mi cuidado y dirección, fueron distintos y logré comportamientos educados,
afectuosos y sociales. La inquietud que
me queda es pensar qué será de esos mininos, pero no depende de mí.
Este texto es, con
toda sinceridad, un reconocimiento real y honesto hacia un PROFESIONAL real y
honesto… ¡MIAU!
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