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sábado, 4 de abril de 2020

MI SÉQUITO... ¡MIAUUUU!!!

Hoy, como todos los días, me siento triste. Al comenzar el día y después de abrir mis bellos, enormes y verdes ojos, parpadear lentamente y darme cuenta que estoy en este mundo, un sentimiento de soledad inmensa me inunda. Es algo que solamente se explica a partir de la ausencia de mi hermano. Me ha dicho un ángel que debo aprovechar lo que me queda y estoy dispuesta a atender sus recomendaciones, pero aún me cuesta mucho. Por ese motivo, decidí dar la oportunidad a mis súbditos para qué tomen el teclado y se presenten pues esta tarea me rondaba ya la cabeza. 

 Yo quería presentarlos pues bien sé que ninguno de ellos admitirá su imperfección, pero no tengo ánimos de escribir en estos momentos. La decisión del orden es algo difícil para mí; no atino a resolver qué es más importante, si el servicio que me prestan o el tiempo que llevo con sus servicios... Bueno, creo que es mejor disipar, en primer lugar, el enigma o duda respecto a la misteriosa apariencia de la cuadrúpeda que ladra. FANNY. ¡¡¡Hola a todos!!! Gracias a la reina, su majestad Ágata I, soy conocida por varios de ustedes pero la verdad es que la gordis me llevó con una doctora. El misterio de la pantalla que portaba en mi cuello se debió a una operación sencilla de esterilización --no sé lo que significa esa palabra pero me gusta mucho, me parece elegante, casi tanto como lo es Ágata I.



A mí me adoptó la gordis porque en cuanto nos vivos, encontré que había una especie de química entre nosotras, algo así como la fórmula del agua, ella es el hidrógeno y yo el oxígeno. Bueno, llegué a la familia gracias a Elena, un ángel humano que me llevó a la casa. Este evento fue para mí algo mágico, un sueño realizado porque yo deseaba la protección, el cariño, la alimentación, el cobijo de una manada. En la casa había muchos seres, en primer lugar, estaba un hombre joven llamado Emilio que se refería a mí como "Zapato manotas", dos niños, Ágata I y cuatro gatitos más. Pregunté a mi señora, Ágata I, quién es la pareja que viene a la casa por temporadas; ella me miró como acostumbra, fijamente y con desdén hacia mi ignorancia: “Son mis tíos, así que debes tratarlos con respeto, obediencia y sumisión, al igual que a mí” y agregó “No intentes quitarles la comida, eso solamente lo tienes permitido para el resto de los habitantes de esta mansión”


Yo creo que el gusto de pertenecer a una familia, el saberme amada y aceptada, además de la gran energía que tengo, me dan muchos ánimos para hacer y deshacer dentro de la casa. Soy juguetona y los cachorros humanos ya lo comprenden, así que no se asustan ni se sienten agredidos cuando juego con ellos, los empujones que les propinó cuando estoy entusiasmada ya son recibidos con gusto. 

 El problema que persiste es la imposibilidad de jugar con los otros cuadrúpedos, esos que dicen “miau” y que me gruñen cuando me acerco; yo los invito a jugar, me agacho, me muevo dando pequeños impulsos con mis patitas traseras para saltar con el interés de contagiarles mi entusiasmo, pero es en vano. Entonces, disimulo y finjo que no comprendo sus advertencias, continúo invitándolos a jugar y los correteo. Me gusta saltar, correr, subir y bajar las escaleras, morder los cojines, no sé qué encanto ejerce sobre mí el interés por descubrir lo que hay dentro de los cojines, almohadas y colchas… Mi mamá se enoja mucho conmigo cuando los muerdo y me tilda de destructora y de nuevo, yo finjo que no comprendo. 

 Hay una mujer joven en la casa, es linda y me quiere mucho, también platica conmigo e intenta que me vuelva una dama. Yo suelo pensar que son ingenuas, que yo soy la guardaespaldas de Ágata I y que el ser dama iría en contra de mi función, al menos eso tengo entendido. Sí debo guardar las formas de comportamiento, pero hasta cierto punto porque de lo contrario, sería una perrita pusilánime.


Hay un señor que es mi defensor cuando mi mamá se queja de mí, él es fuerte y cuando llega, yo corro a su encuentro, me tumbo al piso y entonces, él juega conmigo; después de eso, invariablemente mi mamá comienza su retahíla de quejas respecto a mí, que sí hice, que si mordí, que si ensucié, que si desbarate... Él, con una voz tranquilizante, dice: "Pobre niña! Debes dejarla en paz, no le exijas un comportamiento diferente, es juguetona". 

 Yo lo amo, gracias a su intervención mi mamá no ha hecho más, porque estuve un mes en clases que, por cierto, no sirvieron de nada. 

 Hace unas semanas que su majestad ´Ágata me confirió una función, soy su guardaespaldas. Como no sabía lo que se debe hacer al ocupar ese cargo, busqué la película de Kevin Costner y Widney Houston. ¡Es una responsabilidad enorme! Entonces, oficialmente, estoy para dar mi perruna vida por Ágata I, soy su más devota y ferviente servidora, por eso la cuido en todo momento, sobre todo cuando come.


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