El viernes tuvo mi abuela una sesión con su tanatóloga, tardó mucho en bajar con nosotros, yo la extrañé. Había estado muy llorosa nuevamente y yo, en mi afán de distraerla para que abandonara ese estado, busqué pelear con Boti, le anticipé: “Oye, Boti, nuestra abuela se ve triste y de nuevo, llora mucho. Vamos a fingir una disputa para que nos ponga atención”, Boti asintió.
Yo fui el primero en arremeter contra él, me abalancé sobre su peludo y corpulento cuerpo, él se defendió y luego, comenzamos a hacer diferentes sonidos que avisaban que luchábamos. Salió mi abuela de su ensimismamiento y nos separó con preguntas: “¿Por qué pelean? ¿No se dan cuenta que son hermanos? ¿Qué te pasa a ti Kahil?”. Luego, dirigiéndose a mi hermano dijo: “Y tú, Boti, ¿qué pasó?”. Y fijo su atención en nosotros. Yo me sentí satisfecho.
Desde junio de 2019 nuestra vida cambió; primero fue el deceso de mi bisabuela Tere, pocos días después el de Valentina, la perrita de mi bisabuela; en agosto la de mi tío Emilio nos sorprendió y entristeció muchísimo porque él era un hombre en la plenitud de la edad, en febrero de este año continuó con el fallecimiento de nuestra tía abuela Zoila y en septiembre, el de mi tía Ágata. “Son muchas desapariciones en muy poco tiempo”, pensé con profundo dolor, pero no debo dejarme abatir porque mi misión es dar alegría y amor a los que me rodean.
Me costó mucho trabajo, el enojo por el tránsito de personas dentro de la casa, la incomodidad por la necesidad de adaptarme a nuevas formas de vida y a estar en otros ambientes. No todo había cambiado, seguíamos siendo los mismos menos tres, pero esas ausencias me desconcertaban y no encontraba explicación.
Debo decir que cuando se dio el tercer deceso, yo me sentí muy enojado con la vida y, por lo tanto, con todos los que en ella estaban; fui grosero, erizaba mi pelo y enseñaba los colmillos a todo ser viviente que osara acercarse a mí porque ellos están vivos y tres integrantes de mi familia no. Afortunadamente, mi sabia tía Ágata me dio ejemplo de control, de asimilación de los sucesos y de gran capacidad de adaptación a las nuevas condiciones; una ocasión me dijo: “Kahil, tú eres el más listo de mis lacayos-sobrinos, debes entender que las cosas, como los eventos, no siempre se pueden prever. Hay cosas que no podemos cambiar y solamente nos queda aceptar. Piensa que ellos tres, me refiero a Teresa, Emilio y Valentina, se sentirán tristes si te ven mal. Ellos ya están en otro plano y ahí nos reuniremos todos cuando nos llegue el momento”. No podré olvidar nunca esas palabras sabias de mi tía. Estuve pensando gran rato sobre lo dicho por Ágata y llegué a la conclusión de que, en efecto, no tengo razón para sentirme tan mal. El error de mi tía Ágata y mío fue que no hablamos con mi abuela, nos quedamos con estos conocimientos para ayudarnos a nosotros mismos sin pensar que seguramente el resto de la familia requería consuelo
Mi abuelo, que es un hombre trabajador y muy responsable de su familia, nos visita cada semana. En aquel tiempo, siempre que él llegaba, mi abuela lloraba más, le externaba su tristeza y desasosiego. Mi abuelo es alto, fuerte, inteligente y serio; aunque no lo expresaba, estaba preocupado por mi abuela, creo que no encontraba la manera de mostrarle su amor más que a través de acciones porque él “es de pocas palabras” y decidió apoyarle de manera indirecta pues intervino como enlace para que fuera atendida por una tanatóloga. Desde ese momento, mi abuela comenzó a presentar mejoría en su estado de ánimo.
Mi abuela cuenta con grandes personas a su alrededor, sus hermanos sus amigos, sus tíos, primos y sobrinos, además de nosotros pero aunque nos esforzamos todos nosotros por llenar el profundo vacío que se había abierto en su interior, la sensación de abandono y la necesidad de comprensión sobre lo ocurrido, no fue suficiente. En octubre y gracias a la participación de mi enigmático abuelo, mi abuela conoció a su tanatóloga, con quien comparte nuestras creencias sobre la existencia de las almas.
El día de muertos de 2019 mi abuela junto con mi nueva familia conformada por mis hermanos y mi mamá humanos con quienes yo convivía ocasionalmente se dispuso a poner una ofrenda. “¿Qué será eso?”, pensé con gran curiosidad; no comprendía la causa por la que movieron la mesa, colocaron fotografías, pusieron veladoras, alimentos, bebidas, unos anteojos, un bolígrafo, una libreta y un libro. “¿Para qué acomodan todas esas cosas?”, le pregunté a mi abuela “Nunca antes habías hecho algo así”. “Es que a partir de este año iniciamos con las ofrendas para nuestros queridos familiares, Kahil”.
En diciembre vinieron mis tíos Alfredo y Leticia a visitarnos y darnos su amor, tuvimos las celebraciones de Navidad y Año Nuevo que, cabe mencionar, fueron muy reconfortantes y agradables. Yo estaba intentando resolver mis estados de desconcierto.
Una noche de febrero regresó mi abuela de su cita semanal con la tanatóloga porque, estoy seguro, a ella le afectó mucho más la pérdida que a nosotros. Nos saludó, ronroneamos para darle las buenas noches y pedir un poco de alimento y cuando hubo terminado de atendernos a todos, se dirigió al teléfono para llamar a su hermana Zoila. No contestó, mi abuelita pensó lo peor y nos dijo: “Chicos, no contesta Zoi y ella siempre está en su casa a estas horas. Seguramente le ocurrió algo grave y no he estado al pendiente de ella desde hace tres semanas”…
Fue mi tío quien le informó y la tristeza se profundizó.
Ha pasado ya tiempo que, a nosotros nos parece mucho pero si se cuenta en relación a la esperanza de vida humana, no es así. Hemos aprendido a vivir de otra manera, a encontrar opciones para estar bien y creo, sinceramente, que mi abuela comete errores a menudo, pero en esta ocasión tuvo un gran acierto.
En septiembre del año pasado, mi abuela inició una búsqueda frenética que le diera explicaciones de lo que ocurre después de la vida hasta que encontró la que le satisfizo y ahora cree firmemente, al igual que yo, que existe un alma y que el cuerpo en el que habitamos es sólo eso. Es sencillo, nosotros nos mudamos en marzo, antes habitamos en otro lado y nosotros, como familia, continuamos vivos y cercanos. Lo mismo ocurre con los que se fueron, se mudaron hacia otro plano y están arreglando las cosas para cuando nosotros lleguemos, nos quieren recibir bien porque son buenos y amorosos anfitriones.
Mi tío estuvo hablando, dijo cosas que me enternecieron mucho y que no había pensado. A mí me parecía inconcebible que mis hermanos humanos fueran casi mudos. No nos hablan, solamente responden con palabras cortas, no ríen mucho, no muestran entusiasmo, a mi abuela solamente la saludan, se despiden y cuando se acerca a ellos, la rehúyen. Yo he intentado hacerles notar que ella necesita sentirse apreciada, pero no lo comprenden. Por eso yo le cierro mis expresivos ojos cuando me habla, sonrío, maúllo en respuesta a lo que me dice y le hago cariñitos con mi afelpada patita.
Sobre mi mamá y mis hermanos humanos, no puedo saber qué es lo que piensan respecto a lo que viven, lo que piensan, lo que sienten. Como mi abuelo, son de pocas palabras y al estar sin decir sus opiniones, me siento como si estuviera perdido, no sé hacia dónde debo caminar, qué debo comer, dónde puedo sentarme, dónde dormir, dónde jugar, dónde maullar, dónde ronronear y sobre todo, como si fuera inexistente para ellos. Lo bueno es que mi abuelo me hace sentir importante porque me ayuda a resolver problemas y a mejorar en mis hábitos. De mi mamá y hermanos, no sé cómo he de hacer para establecer una comunicación, que es la base de cualquier relación. Supongo que pueden estar tristes, pero no lo sé porque no lo expresan. Tal vez estén como yo lo estuve, enojado, pero no lo expresan… Ojalá algún día logremos hablar el mismo idioma. Mi mamá es un poco más abierta, a la hora de la comida nos habla y nos da nuestro alimento y es cuando yo aprovecho para ronronearle y hacerle saber que estoy aquí.
En fin. Considero que sí fue un golpe brutal, que una muerte sacude el mundo de todos, pero que debemos pensar en dos cosas fundamentales:
1. Los que se fueron están mejor donde viven ahora; sin cuerpo no hay necesidad de comer, ni beber, ni dolores, ni enfrentamientos con otros que nos provoquen malestar.
2. Algún día nos reuniremos de nuevo y podremos gozar como almas puras que somos en nuestro interior.
Una recomendación que les doy a mi tío y a mi abuela consiste en que mientras nuestras almas habiten nuestro cuerpo tenemos la obligación de procurar que sean felices, que seguramente para eso están dentro de nosotros. Los que partieron están mejor que nosotros, de eso no hay duda.
Una característica de mi abuela es la obsesión. Cuando llega a su pelona cabeza una idea, un pensamiento, una inquietud, no la abandona. Pasa días y noches aferrada a ella, como si fuese parte de su piel. La tanatóloga le dijo a mi abuela que la obsesión es buena cuando son pensamientos que generan acciones constructivas pero si ella se siente agobiada por pensamientos que la hieren, se denominan “pensamientos intrusivos” y le indicó la forma de deshacerse de ellos cuando intenten apoderarse de su mente.
Yo creo que está bien que mi abuela tome cartas en el asunto, que piense en su hijo, sus padres, su hermana, sus tíos, sus abuelos, Valentina y Ágata, pero no debe olvidarse de nosotros, de su familia y amigas. Debe procurar no atormentarse porque aquí estamos nosotros, que dependemos de ella para estar bien y que sería cruel que no se cuide.
Hemos intentado unirnos más, ahora conversamos diariamente con mi tío, que es un hombre generoso y dulce. Me gusta escuchar reír a mi abuela cuando platica con él y ambos recuerdan pasajes de cuando fueron niños… “¡Es maravilloso!”, pienso, “¡No cabe duda que sus almas han comenzado una nueva empresa, la de fortalecer su amor!”.
Una vez cumplida la misión de nuestras almas, abandonan nuestros cuerpos y se elevan a otro plano, un plano lleno de amor en el que los conflictos y las disputas no existen, tampoco hay necesidades terrenales. Ahora les toca a mi abuela y a mi tío fortalecer esa comunión.
Por mi parte, tengo la misión de dar alegría, felicidad, acompañamiento, además de alguno que otro enojo a mi familia, debo enseñarle a ser y yo mismo ser tolerante, paciente, generoso, considerado y amoroso, en una frase, debemos ser recíprocos y agradecidos con la vida… ¡MIAU!
No hay comentarios:
Publicar un comentario