Desde hace algunas semanas se dio inicio a una carrera de desatinos respecto a la educación, la salud y el desarrollo mental de los niños y adolescentes mexicanos.
El viernes 6 de agosto, el presidente AMLO ratificó su postura ante la educación, las clases presenciales y la tercera ola de pandemia.
Desde la última semana de julio, el presidente ha intensificado sus mensajes respecto a la necesidad de que los niños y jóvenes regresen al ambiente social escolar porque, arguyó, es mejor que los muchachos estén alejados de la influencia de la tecnología, sus juegos y la violencia implícita en ellos.
Agregó que el enfermar de COVID entre los adolescentes no es grave, nos aportó su valiosa experiencia como padre del adolescente Jesús Ernesto quien, nos dijo por segunda vez de manera consecutiva, enfermó de COVID, convivió con sus padres que están ya vacunados y no hubo mayor problema porque la enfermedad no fue grave para su hijo.
Yo, que soy una perra hermosa y robusta, además de noble y empática, me siento feliz de que el hijo del presidente haya transitado por la enfermedad del COVID de manera satisfactoria, que esté sano y que ahora pueda vivir con tranquilidad. Lo que me parece inconcebible es que se apoye en una experiencia solamente para asegurar que el COVID no es una enfermedad grave entgre los jóvenes. Bueno, yo también me declaro ignorante ante la pandemia y las características del virus y de sus variantes, pero me parece que la generalización a partir de una experiencia no es válida.
Por otra parte, tengo la duda acerca del valor y respeto a los indicadores del semáforo. Si uno va manejando un automóvil y observa que la luz se pone en color amarillo, debe disminuir la velocidad porque seguirá el color rojo, que es el que indica que uno no puede continuar manejando porque se pueden ocasionar accidentes muy lamentables, en los que no solamente habrá un choque de autos, sino que cabe la posibilidad de que haya heridos leves, graves o incluso, muertos; esto sin contar con el daño que podría generarse al bien público, me refiero a las banquetas, postes, alumbrado, etc., lo que originaría que el gobierno se viera obligado a gastar en algo que no tenía previsto en su presupuesto anual…
Los semáforos conocidos son de tres colores, pero resulta que en el semáforo epidemiológico mexicano se utilizan cuatro, a saber: rojo, anaranjado, amarillo y verde.
En año y medio de pandemia, solamente se recuperó el color verde en la última semana de junio y la primera del mes de julio.
Recordemos que todos los seres vivos tenemos algo llamado ADN (Ácido Desoxiribo-Nucléico), que todos somos únicos e irrepetibles, que tanto fenotípica como genotípicamente somos diferentes unos de otros. Considero, desde mi muy humilde y desinformada opinión, que así como somos diferentes, tenemos cada uno de nosotros diferente capacidad de reacción ante los agentes patógenos. Cuando enfermamos, en nuestro cuerpo se libra una batalla, como si una guerra se suscitara en nuestro territorio por la invasión de un agente nocivo y nuestro organismo, con su ejército de glóbulos blancos, lo defiende pero no siempre el cuerpo es el vencedor porque sus soldados no están lo suficientemente armados.
El COVID 19 y sus variantes, surgidas al replicarse a sí mismo, causan daños que aún se desconocen puesto que lo que se sabe de él es lo que nos ha permitido conocer a partir de las secuelas observadas en quienes, afortunadamente, han logrado superarlo. Así, tenemos que hay quienes mencionan que se han vuelto olvidadizos, que se agotan con rapidez, que el dolor corporal los aqueja con alguna frecuencia, etc.
Gracias al avance científico y tecnológico, se han producido vacunas para combatir a esta pandemia, pero no se ha logrado la cobertura y, mientras tanto, el virus ha replicado y originado variantes de las que aún se desconoce más que del propio COVID. Es como si llegas a un lugar en el que no conoces a las personas; te presentan a una, que es la anfitriona y que, por cierto, es pésima porque no saluda ni sonríe, ni te da la bienvenida; esto te causa cierta incomodidad y, mientras estás tratando de comprender la razón por la que tú te encuentras en ese sitio, llegan más personas con otros signos de patanería, como una que te escupe, otra que te amenaza, otra que en lugar de darte la mano te avienta y una más que te patea Esto causa en ti un estado de incomodidad tal que va desde la molestia, el enojo, el miedo y te hace extrañar tu casa, por lo que tomas la determinación de salir de ahí y regresar con los tuyos.
Algo así es el COVID; es una enfermedad nueva, que puede ser letal y que una no sabe cómo le irá si enferma. Una no quiere exponerse a conocer a este virus porque no sabe si el ejército de anticuerpos propios será capaz de resistir, enfrentar y ganar la batalla y, entonces, una prefiere no conocer al virus ni a sus variantes.
Los reporteros han insistido al presidente sobre la reapertura de las escuelas y clases presenciales y él, de igual manera, ha sido enfático en asegurar que “llueve, truene o relampaguee”, las clases presenciales se reanudarán pues no sólo la escuela es el lugar en el que se adquieren conocimientos académicos, sino sociales y esto da salud mental a los niños, adolescentes y jóvenes.
Yo espero, sinceramente, que esta decisión de reabrir escuelas con el semáforo en rojo, no sea contraproducente para la salud de la población mexicana porque no sólo se incrementa el riesgo para los niños, adolescentes y jóvenes, sino para los adultos que sonpadres, vendedores, empleados y maestros. Recordemos que un amplio porcentaje de la población aún no ha sido vacunada.
Yo, que sólo soy hábil para dormir, comer, ladrar, amar y ser amada, me siento preocupada ante lo que vendrá… ¡GUAU!
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