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martes, 28 de febrero de 2023

COMO DECÍA MI ABUELA: “PARA DONDE VOLTEO, VEO TUS OBRAS, ¡OH, SEÑOR!...¡MIAU!

 



   Mi reino es un encanto.  Yo me siento muy afortunado de poder dormir, abrir mis ojos cada mañana, observar a la gordis mientras come, escuchar sus palabras cariñosas durante mi vigilia, que me abrace, me bese, me cargue, me cepille, me de alimento y me sirva agua. Además de saber que cuento con el entrenamiento físico e intelectual de Sir Gerald,  confío, para el buen funcionamiento de mi mansión, en la intervención de mis hermanos Botitas y Kahil, en la acción oportuna y eficiente de mi fiel escudero, el conde  Marlon y en la actitud servicial y alegre de mi secretaria Fanny.

   Hoy desperté, me alisté para recorrer mi enorme y lujosa residencia.  Salí a mi gigantesco jardín, y llené mis pulmoncitos del aroma de los árboles y las plantas, me acerqué a las coloridas flores y pensé “Mi abuela Teresa tenía toda la razón, para donde volteo veo tus obras, oh Señor. Hay maravillas indescriptibles. ¡Miau!”.

 

   Como hipnotizado, permanecí sin recibir más estímulos que los que veía y olía en ese lugar.  Yo estaba en un estado de ensoñación, disfrutando de mi vida y lo que alrededor de ella ocurre cuando inesperadamente, escuché a mi gordis emitir un alarido.  Me erguí, hice mis orejitas hacia adelante para captar cualquier ruido, abrí mucho mis ojos y enseñé mis blancos y filosos dientecitos, por si había que defender mi reino.  Olfateé el aire,  giré mi cabeza hacia todos lados y caminé despacio, silenciosamente por  todos los rincones de mi jardín y del palacio para sorprender al enemigo, pero no había nadie más que Kahil, La reina madre, Fanny, Marlon y la gordis que, dando zancadas sin dirección,  jalaba y arrancaba sus cabellos.

   “¡Alto!”, grité con energía que no sabía yo que tenía.  Ella se detuvo abruptamente, con la mirada perdida y el rostro desencajado dijo: “Para donde volteo, veo tus obras, oh Señor”.

Ordené al conde que la llevase al amplio y mullido sillón, luego a Botitas que lanzara aire moviendo su cola de un lado a otro, a Kahil que lamiera las heridas del cuero cabelludo de mi calva gordis y a Fanny que lamiera su cara para refrescarla. 

   Aún turbada, solicité a la gordis me relatara lo ocurrido.  Ella sólo balbuceaba “tesis, jazmín”

  Hice notar que ella, mi gordis, hizo una tesis, que trabajó durante muchos años y ahora está en proceso de jubilación y que los jazmines no existen en nuestro amplio jardín, pero ella seguía repitiendo “tesis, jazmín”.  Como no pude comprender el mensaje oculto en ambas palabras,, dirigiéndome a mi secretaria, preguté qué es lo que quería expresar mi gordis.  Fanny gruñó molesta, y me ladró con enojo e indignación que se trata de la reacción de impotencia ante la desfachatez de una magistrada  tramposa, deshonesta y corrupta.

   Respiré aliviado, me encogí de hombros y dije: “No hay de qué preocuparse, eso no ocurre en mi reino, aquí priva la armonía y la honestidad… ¡MIAU!

   

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