La conservación o curación de museos, recintos, residencias, mansiones y otros inmuebles es una tarea permanente y ardua. Debemos estar al pendiente de las condiciones en que se hallan; atentos de que el color y textura de las paredes sean lo más agradable a la vista, que los pisos lo más elegante y antiderrapante posible, que las cocinas sean lo más funcional para que en ellas pueda guisar y comer mi gordis, que los baños sean lo suficientemente cómodos para que Tere se bañe con más frecuencia, que las escaleras sean seguras para evitarnos un tropiezo y que las lámparas y candelabros nos proporcionen la luz necesaria para no caer ni darnos cabezasos en las noches.
Bueno, de todo eso se ha encargado el conde Pepe y hoy vino a cambiar una lámpara.
Desde hace un par de semanas, Tere comenzó a cambiar, le brotaron plumas en el cuerpo y su boca creció tomando una forma semejante a la del pico de un ave. Yo estaba alarmado, pero no dije “ni pío” para no asustarla. Mi gordis se había convertido en pato, yo creí que era para nadar, mojar su enorme volumen y quedar brillante, pero no fue así.
Ella, la gordis, “se hizo pato” y no quiso graznar el pedido de auxilio al Conde Pepe, el reparador de todo. Yo la increpé con energía: “Cómo es posible que no hayas llamado aún al Conde Pepe? ¿Qué acaso no quieres estar limpia? ¿No piensas en los demás que vivimos en esta lujosa residencia?”. Ella, avergonzada y apestosa, me ofreció sus disculpas. Dí la vuelta con enfado, respiré aire fresco y sin hedores, llamé a Fanny y le indiqué que debía ponerse en contacto con el conde, que tomara nota para enviar la carta que le dictaría.
Mi secretaria, ágil y diligente, corrió hacia su escritorio, con el hocico sacó un pequeño block y luego, con su pata, tomó un lápiz de dos puntas y ya con los instrumentos en pata, paró sus largas orejas para iniciar con la escritura taquigráfica. Yo dicté lo siguiente: “Apreciable conde Pepe: Solicito a Ud. su presencia en este palacio para cambiar la lámpara del baño, hace un par de semanas que el botón no logra encenderla y creo que el fallo debe estar en la lámpara. Como usted sabe, cualquier desperfecto en la mansión es pretexto para que mi gordis deje de bañarse y con ello, el ambiente de la mansión se enrarece. Por tal motivo, solicito a usted que acuda urgentemente y sin dilaciones a este palacio pues temo que la gordis se transforme nuevamente y comience a emitir los gruñidos “oink, oink”.
Bueno, al fin llegó el conde y con gran rapidez hizo los cambios necesarios para que el ambiente de la casa se refresque y se pueda respirar con tranquilidad. Ahora, sólo me falta convencer a la pato.cerdito gordis para que dé el paso y entre a la ducha… Ojalá no me vea en la necesidad de enviar una misiva a la archiduquesa Norma para pedir su intervención urgente ya que a ella sí le toma en cuenta sus sugerencias ¡MIAU!
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