Al regreso del bosque, Sir Gerald y mi gordis escucharon música de su juventud, ambos charlaban con entusiasmo y recordaban tiempos pasados. Yo sentí mucha ternura y curiosidad porque ella nunca me ha platicado sobre su infancia, su adolescencia y su adultez. “Yo sólo la veo comer y, como la boca está ocupada, no emite vocablos más allá de un ya estoy satisfecha, no me cabe nada más, ¡qué vamos a comer? ¿quieren unas quesadillitas?,entre otros mensajes”.
Regresé a mi escucha atenta y la palabra identidad era la protagonista. Como nunca se había mencionado en mi residencia, fui a mi enorme biblioteca y busqué el significado, pero aún no sé utilizar bien un diccionario, comencé desde la letra A y cuando llegué a la F me dí por vencido, mis garritas se habían desgastado por el paso de las hojas.
Con cuidado para no lastimar mi lengüita, lamí mis garritas y en mi campo visual apareció la computadora, “¡Ah, ya sé!”, pensé con alegría, “Buscaré el significado en internet” y con gran habilidad, encontré la página del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. “Aquí voy a encontrar una buena respuesta, también es de la realeza, ¡miau!”.
Resulta que la palabra tiene varias ascepciones pero yo soy muy inteligente y por eso, decidí que ellos se referían a las dos siguientes definiciones:
“2. f. Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás
3. f. Conciencia que una persona o colectividad tiene de ser ella misma y distinta a las demás. .” (Obtenido de https://dle.rae.es/dem%C3%A1s).
Comprendí con mayor exactitud lo que hablaban y, después de un rato, me dirigí hacia la habitación real, donde Ariel, la Reina Madre, descansaba. Entré y solicité su atención. Ella abrió los ojos, perezosamente se levantó y preguntó qué necesitaba. Yo pedí que me relatara cómo ha sido el desarrollo de mi identidad como Rey de San Juan de Aragón.
Ella bostezó, dio un suspiro y comenzó el relato: “Verás, hijo, Emilio me rescató, fui adoptada, me asignaron un nombre y un empleo dentro de aquel idílico lugar. Unas semanas después, un gato travieso hizo lo propio y nacieron ustedes. En total fueron cinco gatitos, dos de ellos fueron a vivir en otro reino, pero ustedes se quedaron conmigo y les fueron dados sus nombres para honrar a la familia, a nuestra historia y fomentar la creación de una identidad propia, ¡miau!”.
Los expresivos y cansados ojos de mi Reina Madre se humedecieron, tras un sollozo por los hijos que no ha visto y de quienes desconoce su paradero, agregó: “A ti, por ejemplo, elegimos llamarte Misifus Ariel Emilio Mario Tomás Garci-cuevas Camarillo Bárcenas pero desde que subiste al Trono, los apellidos se sustituyeron por el nombre del territorio que reinas. Dependerá de tu actuación, de tus decisiones, comportamiento, energía y valor la clase de gobernante que llegues a ser y con ello, obtengas una identidad más sólida”. Dí las gracias, ronroneé y salí de la espaciosa y elegante recámara.
Bueno, pienso que si la identidad es un conjunto de rasgos físicos y de carácter, me identifico con el reino animal, soy peludo, cariñoso, responsable y estoy en camino a fortalecer una gatonalidad… ¡MIAU!
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