Hoy fue un día frío pero caluroso. Es sencillo porque, a pesar del frío invernal que se ha sentido en mi reino, hoy tuve la visita de dos admiradoras que vinieron a mi residencia a reiterarme sus aprecios.
En la mañana, temprano, me alisté para recibir a cualquier súbdito, esto con base en mi experiencia de la Cámara de Senadores que, aclaro, no es de mis dominios.
Bueno, una vez listo y guapo, bajé sigilosamente para observar lo que mis hermanos, los príncipes Botitas y Kahil hacían, pues mi madre Ariel dormía en la rrecámara Real.
“El aire está muy frío desde temprano, Tommy. ¿Quieres que te ponga tu capa?”, preguntó la gordis al verme, pero yo dije con un ligero desdén que no, pues para cubrirme de los cambios de temperatura poseo esta vasta, sedosa y clara cabellera. Dí un salto y me acomodé sobre el horno, ahí me llega el calorcito de la estufa que, aunque esté apagada, me calienta por el simple hecho de ser estufa.
Desde ahí observé a mi gordis y a mi tío Marlon, en verdad son simpáticos porque la figura humana es graciosa, no sé cómo logran mantenerse tanto tiempo en sus patas traseras y utilizar sus manos con mayor precisión que nosotros, los gatitos.
Ya a mediodía sonó el timbre. Mi tío abrió y entró la primera de mis admiradoras. Mónica es una mujer muy agradable y casi tan platicadora como Lucrecia, que llegó después.
Fanny, mi secretaria personal, dio la bienvenida a ambas, se paró sobre sus patas traseras y arremetió a lengüetazos en los rostros de ellas, las invitó a sentarse y ofreció café.
Lucrecia trajo pan de dulce, unos deliciosos rollos rellenos, cubiletes, roles y panqués; mi secretaria perdió la compostura, se abalanzó sobre las visitas, la gordis y Marlon, intentó con su mano, jalar la bolsa del pan; con su hocico, robar un pedazo del bocado de alguno de los comensales.
Mientras eso ocurría, yo estaba situado en las alturas, observando la escena con una mezcla de vergüenza, horror y simpatía. Es que Fanny, la estoica, presenta arrebatos ante la comida. “Mmmh, debo sugerirle mayor templanza”, pensé.
Una vez retiradas lasvisitas, llamé la atención a mi secretaria, la conminé a que regule sus impulsos, a que muestre su educación ante las personas y que se contenga cuando haya algún alimento sobre la mesa. Terminada mi explicación sobre la necesidad de la moderación, la elegancia, las reglas de cortesía y otras minucias para mostrar un buen comportamiento ante mis admiradores y amigos, Fanny movió la cola, me miró con sus lindos ojos delineados y fue directo a la cocina para exigir que se le diera una zanahoria… ¡MIAU!
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