Desde mis alturas, no me refiero sólo a la de ser, como diría Ciro Gómez Leyva, el “Rey Sol”, sino lo más alto de mi enorme librero, desde el cual dirijo y observo las actividades que se realizan al interior de mi Palacio.
De un tiempo a la actualidad he percibido cambios en la vida de mi mansión; no es que los ladrillos, el suelo, los muebles o trastos que hay en él posean facultades propias, hablo del tipo de tareas y las modificaciones que influyen en nuestro diario devenir.
la Reina Madre, mi consejera y la gordis se ven más “llenitas”, ocupan más espacio en los sillones y las camas y eso se debe, seguramente, a que soy tan buen rey que les he generado un clima de comodidad, confianza y seguridad.
Hoy, por ejemplo, las tres dormían en la Recámara Real; sobre la gigantesca y confortable cama heredada por Emilio I roncaban y sonreían mientras Morfeo les proporcionaba sueños deliciosos.
Cuando por fin descendieron por la elegante escalera, las tres se dirigieron a la cocina, buscaban algo para comer y continuar con su estado de plenitud.
Esto de la amplitud en las dimensiones y peso de las hembras es, por un lado, satisfactorio para mí pero tiene una gran desventaja pues de mantener ese ritmo de vida, necesitaremos ampliar las dimensiones de las puertas de acceso en mi residencia… ¡MIAU!!
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