Desde que hice el llamamiento para que mi gordis y Fanny se activaran, ambas han puesto su mayor esfuerzo y ahora se levantan menos tarde, se alistan con prontitud, intentan moderar su iingesta de alimentos y, aunque se ven agotadas y hambrientas, ponen buena cara ante mi majestuosidad.
Fanny, la secretaria estrella de mi reino, ha reducido la velocidad en la ejecución de sus encargos digitales, esto me llamó la atención porque es hábil en extremo. De manera sutil, abordé el tema de su lentitud actual, le cuestioné si padece algún dolor articular, algún dolor muscular, alguna lesión en sus almohadillas o un mal corte de garras me informó que el internet o la computadora “están muy lentos, grrr!” y como ella es eficiente, vanidosa y muy responsable, me sentí avergonzado por haber supuesto que, detrás de esa baja en su eficiencia, subyacía la flojerita. Para disipar el mal rato, pensé que sería bueno hacer algo que distrajese a Fanny y a los demás habitantes de mi palacio.
Recordé que sir Gerald nos recomendó una lectura, entonces llamé a todo mi séquito e indiqué que tomaran asiento en mi amplísima sala y luego escuchamos el audio de un libro, titulado “El derecho a la pereza”, de Paul Lafargue. .
Las orejas de todos estaban inclinadas hacia adelante para captar todos los sonidos que emitía la computadora. El contenido es muy interesante además de terrible. Resulta que en los siglos XVIII y XIX en Europa existía una explotación atroz hacia los trabajadores y con la llegada de la Revolución Industrial la productividad de incrementó, dando como consecuencia una sobreproducción y un mayor empobrecimiento de las clases trabajadoras que laboraban hasta 16 horas al día. Aquí lo interesante es que pareciera que Lafargue reclama al proletariado el haber abandonado sus gustos y centrar su interés en el trabajo, como si ellos fueran los responsables de esa elección; menciona, además, que lo ideal sería una jornada de 3 horas diarias. Critica a la burguesía inútil que dedica su tiempo a comprar, beber, comer y alimentar sus vicios.
Este es un reclamo a los obreros y trabajadores del siglo XIX a no excederse en el desgaste de su fuerza vital al desempeñar la labor fabril porque, afirma, el obrero competía con la máquina y por ello había una sobreproducción. También expone condiciones laborales en aquel tiempo y la explotación de la que eran sujetos los integrantes de la clase trabajadora con la falsa idea de esforzarse para mejorar.
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Aquí todos comemos bien, dormimos cuando nos apetece, nos asoleamos si así lo queremos, decidimos qué juegos disfrutaremos, qué música nos acompañará durante la tarde, qué serie de televisión veremos por la noche y lo único que es obligatorio es ser corteses.
Me llamó la atención el hecho de que el obrero compitiera con las máquinas, esa postura no la había pensado jamás porque en el siglo XXI la concepción que tengo de ellas es que son herramientas que me facilitan el acceso y la obtención de un producto, es decir, que son sólo una herramienta de la que yo hago uso. Pregunté a mi secretaria sobre su relación conla computadora y el internet, ella quedó sorprendida ante mi cuestionamiento porque, según me dijo, nunca se había detenido a pensar sobre el origen y evolución de la tecnología y agregó “lo que detesto es el sistema operativo Windows 10 porque es más difícil que el anterior, ¿GRRR!”.
En fin, de lo vivido hoy, quedo agradecido por vivir en este siglo y por tener la oportunidad de ejercer mi derecho a la pereza sin culpas…¡MIAU!
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