!
Hoy fue un día que, como siempre que mi gordis y el conde van al antiguo reino de Ágata I, tardán más de lo acostumbrado y es que ahí hay dos mercados, uno de ellos, el de Bosques de España, es al que acuden para comer gorditas y tacos.
Desperté, como cada mañana, con el calorcito que entra por mi ventana, abrí mis bellos ojos y recordé que hoy lunes mi gordis y el conde saldrían. Como del viaje anterior tengo un recuerdo muy “agitado” por el movimiento de la bolsa en la que me había metido, decidí avisar a Tere que iría con ellos para recorrer las calles del reino de Ágata I qpd. “Bueno”, dijo al tiempo que deglutía el bocado con un gesto de sacrificio que me incitó a suponer que el alimento que ingería estaba echado a perder pero luego añadió que me advertía que sería tardado, pero no tanto como la salida anterior. Así que ambos nos alistamos para ir a Bosques de Aragón.
Yo estaba muy ansioso y mi gordis, comía, no dejó de “mover el bigote” durante un par de horas y luego, se dedicó a lavar ropa, mientras tanto, yo daba vueltas por el amplísimo jardín, conté varias veces hasta el 1000, primero de uno en uno, luego de dos en dos, y así sucesivamente, pero no se animaban a partir.
Salimos, finalmente, casi a la hora de la comida de los humanos. El conde tomó una bolsa con papeles y mi gordis, otra para que me introdujese yo, la abrió y me dijo dulcemente: “Ya nos vamos, Tommy querido, hoy será más lindo el paseo porque tú irás de invitado especial, recorrerás las calles y olerás los aromas de la fruta, las verduras, la carne y el pescado, además de las comidas grasosas y llenas de sabor”; al expresar lo último, me refiero a las garnachas, salivó abundantemente, tanto, que me hizo pensar en las fuentes del imperio.
Abordamos un coche, yo me acomodé sobre las piernas acolchonadas de mi gordis y ahí fui observando mis antiguos dominios los lugares, los establecimientos, la fuente y algunas personas que caminaban por las avenidas quienes, al reconocerme, me lanzaron vítores y saludos.
Llegamos a un establecimiento en el que había poca gente, yo me escondí para evitar una conmoción, terminaron la diligencia y salimos, llovía y mi gordis me preguntó si deseaba sentir las gotitas. Así, caminamos hacia España. Ahí hay una iglesia y junto a ella, el lugar al que los dos glotones iban.
Comieron hasta saciarse, ambos pidieron sendas gorditas y tacos, mi gordis tuvo que desabrochar el botón de su pantalón, eso lo hizo discretamente, pero yo estaba recargado en su panza y con cada bocado, noté la manera en la que se inflaba. No dejaban de pedir, una, dos, tres, cuatro, cinco hasta que lancé un maullido imperativo: “Deja de comer, Tere, no vas a poder caminar”. Ella, mi gordis, recapacitó, pidió la cuenta y regresamos a mi mansión.
Una vez en mi palacio, mi gordis me dio las gracias “si no fuera porque me alertaste, hubiera continuado comiendo y no me habría podido levantar ni me hubiese alcanzado para pagar, querido; en agradecimiento, te doy permiso de resbalar por la curva de mi panza” y, acto seguido, me acomodó sobre su abultado vientre, en el que yo disfruté mucho subiendo y dejándome resbalar durante un buen rato.
Así, hoy descubrí que mi gordis posee una habilidad más y, por tanto, una nueva responsabilidad en mi mansión: es mi resbaladilla…¡MIAU!
No hay comentarios:
Publicar un comentario