Ayer fue un día espectacular, vinieron los archiduques Laura y Roberto a visitar mi mansión; son dos jóvenes muy agradables que nos heredó Emilio I... Disfrutamos de una tarde muy linda, llena de anécdotas y charla en la que Alexa también tuvo un papel importante.
Ayer en la mañana recibimos una llamada, era de lady Diana, no la de Inglaterra, sino la del imperio para recordarle a mi gordis que debía enviar su declaración patrimonial del año 2022. Tere, como ya está viejita, olvidó el mensaje y se dedicó de lleno al goce vespertino.
Hoy nos despertamos temprano, yo alisé mi sedoso y blanco pelaje y con la bata de seda, descendí por las escaleras; encontré a la gordis en la cocina, como siempre, comía desaforadamente y cuando le pregunté sobre el día anterior, fue incapaz de recordar el encargo de lady Di. Ante tal desmemoria y como no quería hacer sentir mal a Tere, hice un experimento mental. Subí a mi horno, adopté una posición cómoda en extremo, cerré mis ojos con suavidad y respiré profundo unas diez veces, luego me concentré en el mensaje: “Diana, llama a la gordis porque ya se le olvidó tu encargo”, esta frase la repetí en mi mente cinco veces y luego, la llamada.
Al despedirse de lady Di, mi gordis se introdujo en mi amplísima oficina, habló a mi secre y le pidió apoyo, pero fue inútil, Fanny se desespera con rapidez y la página de internet destinada para ese trámite, le impedía terminarlo; me sorprendió observar cómo la suavidad inicial de Fanny se transformó en el golpeteo enfurecido ante la falta de respuesta de la máquina, el pelo de su lomo se erizó, enseñó sus enormes colmillos y dio un alarido, después se desmayó.
Tenía poco de haber llegado a mi palacio el conde Marlon, quien con gran agilidad, socorrió a la víctima del internet. La llevó al enorme y mullido sillón, Botitas corrió con el botiquín de primeros auxilios, dieron a oler unas sales y poco a poco, mi secre se restableció.
Solicité al conde que auxiliara a mi gordis, él es quien mejor conoce eso del llenado de formatos y el seguimiento de los pasos en los diversos sitios de trámites.
Marlon estuvo un buen rato en el intento, pero algo faltaba o, mejor dicho, fallaba, puesto que lady Di lo monitoreó a distancia en el seguimiento de las diferentes páginas y ¡NADA! Entonces, la solución planteada por Dianita fue la mejor: El conde Marlon tomó sus cosas, se despidió de nosotros y partió rumbo al lugar en que se hallaba lady Di.
Pasó un buen tiempo, mi gordis estaba angustiada, repetía una y otra vez que ojalá que allá en el imperio sí consiguiera culminar el proceso mientras tronaba los dedos de ambas manos. A mí eso me alertó mucho, quedé preocupado por la salud mental de Tere puesto que nunca, en mis seis años de vida, la había visto mover los dedos de tal manera.
Bueno, logré distraer mi atención en otro punto, salí a mi enorme bosque, corrí entre los árboles, aspiré la fragancia de las flores, conté los pétalos de todas ellas, admiré las aves que trinaban y el conde, ni sus luces.
Yo calculo que el conde tardó un par de horas en regresar, triunfal, al palacio. Culminó la hazaña: la declaración está hecha.
Tere, mi gordis, rebotó de un lado a otro, llena de felicidad y de comida, dio las gracias a Marlon y, como es característica de ella, se propuso extender su gratitud a Diana, “pero eso será más tarde”. Yo espero que no lo olvide…¡MIAU!
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