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lunes, 19 de junio de 2023

UN CELULAR NADADOR... ¡MIAU!

 



 

   El calor ha sido intenso, mi pelaje níveo se reseca con el calor y por ello, mi gordis debe untarme un poco de  acondicionador.  La sedosidad de mi pelo es muy importante para mi buena presentación y, aunque no me agrada, he bebido más agua que de costumbre.  

   Creo que lo mismo ocurre con los demás habitantes de mi mansión porque la jarra se llena dos o tres veces al día.

   Bueno, el viernes por la noche, el preludio del fin de semana, mi gordis tuvo un acto de fodonguez increíble: puso nuestro cel sobre la tapa del vaso de la licuadora, pues ella se pasa gran parte del día en la cocina.

   Estaba el aparato ahí mientras ella escuchaba comentarios relativos al imperio.  Tere abría la boca para meter comida y después de pasar el bolo alimenticio, salían palabrotas que me conducían a suponer que el alimento era desagradable, pero no dejaba de engullir.  Yo, sofocado por el calor,  abría pesadamente mis ojos para observarla de cuando en cuando.

   Sonó el teléfono, era mi tío.  Yo me incorporé para escuchar mejor lo que platicaban, así que extendí mis patitas con gracia indecible, luego volteé hacia donde ella estaba y, al entornar mis ojos tomasinos, también arqueé mi cuerpecito, lo que elevó el celular al aire, dio un par de piruetas y cayó al interior de la jarra.

   Afortunadamente, mi gordis no se dio cuenta del accidente sino hasta después de haber terminado su plática.  Yo me asusté mucho, pues me había fascinado la gracia del celular, la agilidad con la que dio giros mortales, pero cuando se hundió en el recipiente, me preocupé pues intuí que se ahogaría. 

   De regreso en la cocina y después de introducir otro bocado en su boca, mi gordis buscó su celular.  “Tommy querido, ¿sabes dónde puse el teléfono?”.  Silencio.

   Ella marcó el número, sonó y el ruido provenía del agua.  “¡Ay, qué miedo!”, pensé con terror, “El teléfono móvil revivió, ojalá no sea un muerto viviente!”.  Me hice más pequeño, quise pasar inadvertido para el cel y para mi gordis, quien detectó el lugar en que se hallaba, le dio respiración de boca a boca y lo sacudió para quitar el agua y demás maniobras de primeros auxilios, pero fue inútil.

   Ese fue el inicio de un fin de semana excepcional, lleno de calor, de sol agobiante y de carencia de palabrotas en mi mansión… ¡MIAU!

 


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