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A la archiduquesa Norma, ¡mil gracias!
Hoy desperté temprano y, como cada día, respiré profundo, abrí mis bellos ojos tomasinos y escuché el trinar de las aves que saludaban a la vida desde sus nidos.
Cabe señalar que ayer mi gordis tuvo una extensa plática con la archiduquesa Norma, quien es una mujer linda, menuda y dinámica, además de ser muy inteligente y logró, a través de un arduo trabajo con la viejita, que ésta recobrara el ánimo y el amor por la vida.
Hoy me levanté y de un salto mortal, con tres giros intrépidos, caí al suelo justo enfrente de mi enorme espejo. Miré mi reflejo, sonreí y me observé detenidamente: mi cabecita es redonda, mi pelo bicolor provoca una apariencia semejante a la de usar un fleco con raya en medio, mis ojos son expresivos y mi sonrisa, verdaderamente espectacular.
Estoy feliz porque mi gordis ha recobrado sus ímpetus, bueno, si así se puede decir, porque camina con mucho cuidado pero se ve motivada para concluir las tareas pendientes. La preocupación que habíamos vivido en el palacio desde el martes se disipó. Recapitulando, mi gordis dijo una palabra que no existe con un tono de profunda tristeza, el miércoles nos llevó a un lugar amplio, lindo y desconocido del que no obtuvo más que una desilusión: no habrá medalla del premio Rafael Ramírez.
El decaimiento de mi gordis provocado por la imposibilidad de llevarnos a la primaria, de ver a sus amigas, de despedirse de sus exalumnos y por la eliminación de la medalla se extendió hasta la tarde de ayer, puesto que a escondidas, hablé con la archiduquesa para rogar su intervención.
Mi gordis se transformó como resultado de la plática con la archiduquesa, ahora está como antes, es decir, comelona, cariñosa, atenta y muy, muy motivada ante la vida pues logró que entrara en su dura cabeza, que todo lo que nos toca vivir tiene un objetivo, que no siempre es bueno pero que significa un reto que hay que superar. ¡Muchas gracias, querida Norma!... ¡MIAU!
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