Mi gordis, que es viejita y muy, muy impulsiva, además de gran lingüista pues utiliza palabras, palabritas y palabrotas en forma precisa y adecuada a los diferentes momentos que vivimos en mi palacio, se agota de decirme que siempre ocurren cosas similares, alegrías, tristezas, enojos, entusiasmos y fascinaciones.
Cuando mi gordis comienza con la frase “no hay nada nuevo bajo el sol” yo suspiro, respiro profundo y entrecierro mis ojos “Va a comenzar de nuevo”, pienso con resignación y adopto una posición que simula atención. Yo la escucho con cierto hartazgo porque, como decía mi abuelo Carlos I, “todo somos monotemáticos”, solemos ser recurrentes en los temas que son acordes a nuestrs actividades, el contenido de las charlas, los pensamientos, repetimos las mismas acciones, ingerimos alimentos similares puesto que tenemos un paladar construido a lo largo de nuestra vida, gustamos de cierto género musical que se relaciona con etapas anteriores que valoramos como parte fundamental de nuestro presente, continuamos con el uso del estilo de prendas con las que nos sentimos identificados
De la etapa de la primera infancia, decía Emilio que la historia individual se construye a través de la narrativa, de los relatos de padres, abuelos, tíos y amistades que tuvieron relación con nosotros, es un conjunto de anécdotas que nos permiten remontarnos a un origen que construímos a partir de nuestra imaginación y cuando ya tenemos la capacidad de constru liros recuerdos de manera independiente, nosotros los evocamos sin necesidad de la intervención de los demás.
Por eso, cuando mi gordis está callada mientras realiza algunas labores domésticas o se halla “en modo” de engorda, sus rasgos adquieren matices y expresiones que me indican que recuerda eventos de diferentes sabores, por así decirlo, cuando pone cara triste o angustiada, cuando sonríe e incluso, ríe fuerte sin causa tangible, sé que evoca escenas añejas, me refiero a los que no se relacionan con nuestro presente actual.
En el Manuscrito de Melmoth, nuestro entrañable Emilio escribió “la vejez, mi vejez, se patenta en este paladar cada vez más aficionado a la memoria”. Sé que mi gordis aún no está lo suficientemente añosa pero se deleita recordando eventos a veces ríe fuerte, cuando se pone seria; así, al recordar, el individuo revive no sólo experiencias, sino emociones que se han guardado durante un tiempo.
Muchas veces, al escuchar una sola palabra, se transportan al presente enmociones y experiencias ocurridas antes, sonríe o entristece, y continúa con su presente. Esto me parece difícil de comprender pues soy joven aún, inexperto, ingenuo, tierno y carezco de conocimientos. En mis momemntos de reflexión requiero de la sabia Ágata, quien además de erudita, tenía una gran capacidad de pensamiento.
José Ortega y Gasset, el filósofo español de principios del siglo XX, afirmaba que “yo soy yo y mis circunstancias y si no las salvo a ellas, no me salvo yo”, no existe un yo abstracto despegado del mundo que lo rodea, ambos completan la unidad del mundo mental del individuo.
Bueno, no sé si se pueda vincular con el psicoanálisis, asunto del que escribí hace algunas semanas al reconocerme como un extraño en mi inconsciente.
Uno es la suma de su historia en relación con el contexto, ambos son cambiantes y obligan a responder de forma diferente ante las circunstancias que se suscitan día a día, eso va conformando una trayectoria vital nueva y diferente que sólo culmina cuando el ser desaparece de este plano para continuar en la otra vida. Y eso me lleva a suponer que en el más allá se puede llegar con un gran baúl de experiencias sintetizadas en la acumulación de sensaciones y emociones, a las cuales les damos un toque gatonal, es decir, las matizamos y embellecemos para vivirlas con mayor satisfacción. Eso es, hasta el día de hoy, lo que creo, puesto que estamos en constante movimiento, el dinamismo interno y externo me harán modificar o confirmar lo que opino.
De ahí que es necesario, según mi creciente habilidad de raciocinio, la búsqueda incesante de emociones (producto de las experiencias individuales y sociales) que nos permitan no sólo recuperar, sino comprender y explicar las causas, conocernos y procurar redimir o corregir errores…¡MIAU!
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