La tarea vespertina de mi gordis se reduce al cepillado diario del pelaje de mis hermanos y madre. A mí no me toca ni un pelo porque yo no me presto para que haga de mí un gato calvo.
Ayer quitó pelo a granel, con la cantidad de hebras obtenidas en un rato se podrían tejer varios chalecos multicolor o bien, una colcha gruesa.
Yo la observo cuando, con ternura mientras salen de su boca palabras llenas de amor, toma a cada uno de mis hermanos o a mi reina madre para dirigirse hacia el lugar destinado al embellecimiento gatuno.
Mi gordis, cual estilista experta, lleva su delantal puesto, unas tijeritas y el cepillo en los enormes bolsillos. Mis congéneres disfrutan el masaje del cepillado, entrecierran los ojos, se acuestan sobre la acolchonada superficie de los muslos teresinos y suelen quedar dormidos.
La escena me resulta extremadamente atractiva, el deseo de recibir las caricias y el apapacho es tentador e inquietante para mí, pero de inmediato me imagino cómo me vería sin pelo y entonces, reprimo cualquier intento de acercarme hacia la estética gatuna.
Platiqué sobre ello con mi tío Alfredo I. Tras emitir una sonora carcajada, me dijo que me perdía de una experiencia sublime porque, me aseguró, lo disfrutaría bastante y luego me dio un tema para hacer un cuento.
BENITO.
Por Tommy Parola.
Benito Félix Cuevas Fernández tiene nueve años, es ágil, divertido y muy simpático, juega todo el día y come bien.
En su infancia fue muy latoso, sus travesuras consistían en esconder objetos y después, solicitarlos para que sus padres los buscasen incansablemente hasta que él, fingiendo inocencia, los encontrara.
Un día soleado en el que él no tenía plan alguno de diversión, ideó una nueva aventura. Saldría más allá de su jardín, daría unos pasos fuera de su hogar y vería el mundo. Tomó una mochila y la llenó con sus juguetes más queridos, alimento y una mantita por si caía la noche antes de que llegase a su casa.
Recorrió calles, vio aves y bebió agua de los charcos. Jugó a perseguir mariposas, olió flores, se divirtió con personas y animales nunca antes vistos.
Al atardecer se sintió agotado y lleno de nostalgia, extrañaba a sus padres, hermanas y casa. Lanzó un suspiro y emprendió el camino de regreso a su hogar. Ahí fue recibido con mimos y alguno que otro reproche por salir sin avisar.
Dos semanas después de su aventura, Benny comenzó a mostrar una cabellera menos tupida, su otrora abundante y sedoso pelaje se tornó reseco y, al acariciarlo, mechones quedaban entre los dedos.
Sus padres, preocupados por el aspecto de su hijo, lo llevaron con la doctora Lourdes, una mujer que ama su profesión yque, al ver a Benito, dijo de inmediato: “Esto es una cuestión de insectos. ¿Hay plagas en el domicilio? ¿Ha salido a la calle? ¿Tiene contacto con otros? Seguramente tiene pulgas. Vamos a darle una cucharadita de jarabe”.
Así, Benny aprendió que debe cuidarse de salir a recorrer mundo sin tomar su repelente, que las aventuras son buenas siempre que sus padres sepan a dónde va, con quiénes se reunirá y sobre todo, que debe evitar que su cuerpo sea el hogar de algunos otros animalitos.
Mis agradecimientos estóicos.
Agradezco por haber reanudado la redacción de textos, agradezco por la comprensión de mi amiga Lucrecia, agradezco por la existencia de mis amigas, agradezco por mis mascotas, agradezco por toda mi familia y agradezco por estos días.
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