Diciembre, último mes de cada año, resulta ser el de los polos pues nos reúne y nos conduce a recordar a los que ya no están aquí con nosotros. En mi palacio, mi gordis había pasado las últimas tres fechas decembrinas en la real compañía, me refiero a que sólo departimos entre los habitantes del reino. Este diciembre fue diferente. Desde hace una semana mi palacio se envolvió en una atmósfera llena de amor, alegría, compañía, comprensión y estuvimos plenos.
Si bien nos hace falta la presencia de sir Gerald, confiamos en que pronto se restablecerá y reconstruiremos la convivencia semanal que, deseamos con todo nuestro corazón, se hará realidad en los primeros meses de 2024, lo mismo que la dulzura y vitalidad de Yanín, la princesa de Tepepan y el resto de su familia, la princesa Berenice y su padre, René I del mismo reino..
Desde la noche del 20 de diciembre, dio inicio una competencia: mi gordis, Fanny y Botitas se dieron vuelo con la comida, es que los tres son fans de Santa Claus y sólo hay un disfraz. Bueno, mi gordis me confió que deseaba lanzar las carcajadas de Santa, que sabía que ella tenía ventaja porque “viejita ya estoy, sólo me harían falta unos cuantos kilitos y ponerme barba”.
Esta visita fue deliciosa en sabor, esencia, amor, ternura, aventuras y diversión. Disfrutamos de lo lindo las comidas, las piñatas en la posada de Paty, la amiga de mi Tere, recibimos visitas de algunas de mis admiradoras que, por ser tantas, sólo mencionaré a Elenita, Anita, Mary Carmen, Lucrecia y Rebeca, todas ellas nos visitaron con sendos obsequios alimenticios, regalos que mi gordis celebró mucho puesto que, cual aspiradora, devoró confiando en que su capacidad corporal coadyuvaría al incremento de su curva de la felicidad. También fue relevante y delicioso el atracón que nos dimos con mi tía Marce y su hija, la consentida Karlita, con quienes pasamos una tarde de amorosa comida.
La noche del 24 fue excepcional. Mi gordis ganó el concurso, su circunferencia abdominal sobrepasó los 150 centímetros, creí que la cinta métrica sería insuficiente; Fanny y Botitas fueron los encargados del espectáculo, pues ambos quedaron tan gorditos que sólo tuvieron que vestirse como payasos, ponerse una máscara y subir a unos zancos para hacer movimientos al ritmo de los villancicos. ¡Fue genial! Todos alegres, comimos una deliciosa pasta preparada por mi Tere, guisados, ensaladas, pasteles, bebíamos agua de Jamaica, refresco y sidra cuando, de repente, mi gordis se levantó de la mesa mientras engullía el último bocado de la noche, subió las escaleras y luego, con gran destreza, bajó al salón vestida con un traje rojo mientras emitía las carcajadas “Jo, jo, jó”.
Los archiduques y la princesa de Prados, lo mismo que mis tíos y mi primo Chucho, príncipe de San Felipe, abrían mucho sus ojos y exclamaban un “¡Aaah!”, mezcla de asombro y alegría.
Para cerrar con broche de oro, ayer hicimos un recorrido por mi enorme bosque, nos sentamos frente al extenso lago y disfrutamos del escenario acuático. Al verme, los habitantes de aquel lugar se acercaron y graznaron con entusiasmo, yo los saludé y agradecí sus reverencias. De regreso al palacio, recordé las emociones y anécdotas que llevo en mi almita, además de agregar una nueva, la de la tarde de ayer.
Hoy estamos felices en mi palacio, con el ánimo renovado y una nueva ilusión. Me propongo ser cada día más optimista porque siempre hay un mañana que debo esperar con gratitud… ¡MIAUUU!
Mis agradecimientos estóicos.
Agradezco por el amor que experimento hacia todos mis seres queridos, los que están y los ausentes; agradezco por el amor que recibo, agradezco por la esperanza, agradezco por mis mascotas y su dulce compañía, agradezco por tener un techo y por el alimento que nutre mi cuerpo y mi alma, agradezco por la vida y agradezco por este día.
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