Ayer a mediodía llegó mi mami, estaba acalorada pero no por el clima, sino por la indignación… Yo descansaba y no me percaté de ello, no quise bajar a saludarla y fue hasta la noche cuando escuché lo siguiente:
Se iniciará la generalización de la filosofía para niños en las escuelas a las que atienden las USAER en la zona norte, por lo menos, del D.F.
Pero qué es la “filosofía para niños?, me pregunté y paré bien mis orejas. Yo pensaba que la filosofía era una disciplina que competía solamente para aquéllos que son muuuuy inteligentes, así como yo. Bueno, regreso al relato de lo que escuché:
Una asesora indicó que se debería escoger un grupo de 3er grado, a fin de proporcionar actividades preparatorias para que el próximo ciclo escolar, 2012-13, los alumnos estén en 4º. Grado y se adentren en lo que es la filosofía. “Bueno, y qué miaus, perdón, y qué más?”, dije.
La actividad se tituló “El dilema de la galleta” y comenzó con un recordatorio de reglas que se habían mencionado hace un año, aproximadamente; esto fue un ejercicio de memoria para las compañeras de mi mami y para ella también. Después se preguntó qué era un problema y muchas de las compañeras fueron “luciéndose” al expresar lo que para ellas es la esencia de un problema. Momentos después, la asesora dijo que ella tenía un problema pues quería dar una galleta a los participantes y no sabía cómo; varias fueron las opciones que le dieron, desde hacer una repartición equitativa –lo que provocaría que cada quien recibiera un par de moronas—hasta aquéllos que pidieron tenerla completita y argumentaron la razón por la que les debería tocar. –Cuando escuché esto, pensé que era una pérdida de tiempo, pues con sólo tener unos cuantos pesos, se podría tener no una, sino un paquete--.
Cuando terminó la actividad, mi mami hizo una pregunta:
Cómo hacer para incluir a los alumnos con alguna discapacidad en esa comunidad de diálogo sin que se sientan en desventaja?
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