Hoy, como cada martes, mi mami estuvo en su
sesión y, por coincidencia, había dado permiso a mi guardaespaldas para que se
relajara un rato; es que desde mmi divinidad me es imposible tolerar sentirme observada todo el tiempo. Sé que al ser una reina tengo la excelsitud
de la belleza y que una vez que alguien me mira, le es difícil apartar su vista
de mi oscuro y peludo, grácil y fino cuerpo, además de que mis ojos son
cautivadores. Bueno, estaba un poco
harta de que Fanny, la guardaespaldas, me siguiera a donde quiera que iba. Le di un descanso y se dirigió hacia mi
habitación. Ahí estaba la gordis, en
sesión.
Después de un rato, bajó la susodicha Fanny
y, con mirada sumisa y una voz apenas audible, me solicitó le permitiera hacer
unas búsquedas en mi computadora.
Yo, que me caracterizo por mi infinita
comprensión y generosidad, la miré con ternura pensando que no lograría
encontrar cosa alguna, así que asentí y le sugerí que no fuese a descomponer mi
herramienta fundamental externa.
Yo, mientras tanto, me dediqué a perder el
tiempo con mi nuevo aparato, el celular
que cree mi mami que es suyo.
Escuché que una reportera del periódico Reforma escribió una carta para sugerir a Javier Alatorre que
renuncie a la televisora. “Mmmmh, ha de
estar bueno”, pensé con curiosidad.
¡Malo!
¿Por qué hay personas que, cuando escriben una carta, siempre y sin importar hacia quién se dirija o la
intención que tiene el contenido, escriben el saludo después de la palabra Querido?”, Conforme iba escuchando el texto, sentí cómo
mi pelo se crispaba, primero el de mi angosto y bien formado lomo, luego la
cola se esponjó como en mis años mozos, cuando tenía una cola peluda, larga,
negra y brillante; por último, sentí que los pelos de mi cabeza y mis cejas se
erizaban y mis ojos centelleaban, con una mirada fulminante se centraba en el video. “?Cómo es posible?”, me pregunté en un
arrebato de cólera mientras lanzaba un gruñido aterrador.
Luego apareció Fanny,; me pidió un turno
para escribir sobre lo que había indagado porque, según me dijo, quería conocer
más sobre la religión budista y que a través de la práctica de esa
filosofía, podría cumplir mejor con su
función. Volteé hacia ella, la miré con
mis verdes y penetrantes ojos y le dije
que no. Luego, ya más calmada y
condescendiente, le expliqué: “Fanny, yo sé que estás para servirme y que lo
que más deseas en tu perruna vida es cumplir con tu misión. Yo te lo agradezco pero ahora voy a escribir”.
Al ir haciendo el relato de lo acontecido,
he ido reflexionando sobre lo que me provocó el estado de malestar. Me parece que el nivel de algunos periodistas
es deplorable. Resulta que en 2º. Grado
de la educación primaria, como parte de los contenidos de la asignatura de
Español, se ven las partes de la carta.
“Mmmmh, yo creo que se quedó con eso”, pensé con desdén porque creo
que lo que debieron aprender en los años
subsecuentes es que hay diferentes formas de saludo y éstas van a depender del estado de ánimo o
la intención de la misiva. Cuando
estamos enojados o indignados no podemos saludar a alguien de manera cariñosa y
luego, en el contenido, expresar que no ha habido contacto con él y que lo mejor
es que se vaya a volar. Qué incongruencia!”. En fin, las incongruencias se dan en todos
lados…
Cabe señalar que estoy de acuerdo con
Guadalupe Loaeza, pero el saludo debió ser
solamente con el nombre del destinatario o bien, si quería poner un
adjetivo, debió elegir uno que expresara su sentir hacia esa persona. ¡MIAUUUU!
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